Capítulo 34

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Entramos al apartamento y hoy vuelve a estar solo, pero no podemos hacer nada como el otro día aunque queramos, porque tenemos que llegar a tiempo al aeropuerto.

—Estamos solos —mueve las cejas juguetón, sonriendo. Sé lo que insinúa—. Si quieres me baño contigo.

—Si quieres llegar tarde, podemos hacerlo tranquilamente —contesto encogiendome de hombros.

—No, es verdad. No podemos llegar tarde.

Le doy un beso antes de ir a mi habitación y dejar el bolso ahí. Lo abro para sacar el uniforme y ponerlo en el cesto de ropa sucia y me encuentro con la cajita de la dona que le compré a Lucca. Se me había olvidado entregarle la dona.

—¡Lucca, ven! —alzo la voz para que me escuche.

—¿Haremos lo de la otra vez? —pregunta apareciendo.

—¡No! —me río y ruedo los ojos divertida—. Te compré esto, toma.

Estiro el brazo para entregarle la cajita con la dona.

—Gracias, amor —dice cogiéndola.

Agarro la toalla y me voy al baño. No duro mucho bañándome pero tampoco me doy un baño de pájaro. Cuando regreso a la habitación, me encuentro a Lucca acostado en mi cama con los ojos cerrados.

—¿Estás cómodo? —me acerco a él.

—Sí pero contigo estaría más cómodo —murmura abriendo un ojo para verme. Desprevenida me coge de la cintura y me tumba sobre él—. Así está mejor.

Me permito acurrucarme un rato con él. Hundo mi cara en su cuello y le doy un pequeño beso ahí. Su abrazo se vuelve más firme y me da un beso en la frente.

Luego de unos minutos disfrutando de nuestra cercanía, me levanto para vestirme y lo hago frente a él. No tiene caso que lo saque de la habitación o me vaya al baño para hacerlo, cuando ya me ha visto bastante como vine al mundo.

~*~

En Houston ya es de noche cuando llegamos. Se siente raro estar de nuevo aquí después de haber estado tanto tiempo lejos, pero me alegra volver y más con Lucca.

Un auto a nuestra disposición nos espera. No quise que mis padres vinieran a buscarnos porque es mejor salir de aquí rápido por Lucca. Él también lo prefirió así y alquiló un auto para trasladarnos hasta la casa de mis padres y lo guío hasta llegar. Esa es la casa en donde siempre viví hasta que me fui a Nueva York. Es grande pero no tanto. Tiene dos pisos, un pequeño jardín delantero y uno trasero donde hay una piscina no tan grande.

En muchas ocasiones mis amigas y yo hacíamos nuestras fiestas privadas en el jardín trasero de la casa. Eramos solo nosotras cuatro, escuchando música —de Lucca— y comiendo golosinas, mientras estábamos en la piscina.

Hablé con mis padres para que Lucca pudiera meter el auto en la cochera, así podría bajarse tranquilamente y dijeron que sí. Al llegar llamo a mi mamá y lo abre para dejar entrar el auto.

Mi casa, como la extrabaña. No sabía lo tanto que lo hacía hasta que puse mis pies sobre el suelo de ésta.

Bajamos nuestras pequeñas maletas y entramos por la puerta de la cochera que da hacia dentro de la casa. Lucca lleva mi maleta y la suya en una mano y con la otra entrelaza nuestras manos.

La casa está igual a cuando yo me fui, no han cambiado nada, todo está en su sitio, hasta huele igual. Se siente tan bien volver a casa. No me siento mal en el apartamento en Nueva York con las chicas, pero nada como la casa en la que crecí.

Te voy a amar ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora