Capítulo 38

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—Vamos a hacer algo diferente —propongo.

Estoy con Lucca en su apartamento, estamos acostados en el sofá de la sala viendo una película.

—¿Qué ofreces hacer? —pregunta, dejando de ver la película y poniendo su atención en mí.

—Me gusta cantar aunque no lo haga bien pero me gusta hacerlo —comienzo a decir con entusiasmo. Me levanto y me siento con las piernas cruzadas— y a ti te gusta y lo haces muy bien, así que podríamos hacer karaoke.

—Me gusta la idea, pero antes podemos hacer algo para cenar y luego hacer karaoke —ahora propone él. Lo veo levantarse del sofá y estira su mano hacia mí para ayudarme a hacer lo mismo.

—Me parece bien —respondo cogiendo su mano y me levanto—. Es mejor tener el estómago lleno —murmuro divertida, tocandome el estómago.

En la cocina decidimos hacer pizza porque no es complicado y nos parece que es lo más rápido. Volver a hacer pizza en su casa, me hace recordar la primera vez que vine para acá. Esa noche fue muy especial para mí. Jamás me esperé que él fuese a decirme que le gustaba y que me besara. Realmente no sé que me esperaba que sucediera ese día, pero desde luego no lo que pasó.

Ese día fue el comienzo de nuestra historia, y el día de hoy aquí estamos, juntos y amandonos más que nunca.

—¿Te acuerdas de la primera vez que estuve aquí? —pregunto, y sonrío por el recuerdo, mientras le colocamos los últimos ingredientes a la pizza para ponerla en el horno.

—Por supuesto que sí —levanta la mirada entrelazandola con la mía, haciendo que sienta mariposas en el estómago, como si fuese la primera vez que lo veo—. No podría jamás olvidar ese día.

—¡No sabía hacer pizza y mírame ahora! —exclamo exageradamente, fingiendo arrogancia.

—Ahora eres toda una experta, nena —se burla, porque sabe que no es cierto.

—Pero al menos hago el intento de hacerlo bien —lo miro con los ojos entrecerrados.

—Yo no dije que lo haces mal —se defiende alzando las manos al aire, en un gesto de inocencia.

—No, pero lo insinuaste —digo en un tono de voz neutro, mientras meto la pizza en el horno.

—No te enojes, lo decía en broma.

Lo siento acercarse a mí, así que me volteo hacia él para reponderle.

—No estoy enojada —sigo con mi tono de voz neutro.

—No pareciera.

—Siendo sincera, sí me molestó el comentario —digo, y sin previo aviso, me coge de la cintura y me sienta sobre la encimera de la cocina, que por suerte no es tan alta y deja nuestros rostros a la misma altura. Al dejarme ahí, sus manos permanecen en mi cintura.

—Lo siento, no fue mi intención —mira fijamente mis ojos y veo arrepentimiento en los suyos—, lo dije en broma.

Llevo mis manos a su rostro y lo acerco a mí. Tanto, que nuestras narices se rozan y nuestro aliento se entrelaza.

—Tranquilo, no pasa nada —murmuro, con una sonrisa. No quiero que se sienta mal por una tontería.

—Si te molesta, sí pasa.

—Ya no me molesta —digo divertida, para quitarle la poca tensión que tiene el momento.

Soy una blandengue que no dura más de un minuto enojada con él, ¡pero es que, ¿como voy a estarlo si esos ojitos lindos me miran de esa forma?!

Te voy a amar ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora