Capítulo 26

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—Esto es... —dice Alice quedándose sin palabras mientras entramos al complejo privado donde está la casa de Lucca en Miami. Parecen tres niñas pequeñas pegadas al cristal de la ventanilla observando las grandes casas y los autos lujosos aparcados afuera de las mismas.

—¿Por qué no vives aquí, Lucca? —pregunta Marcela sin dejar de mirar por el cristal de la ventanilla.

—Porque trabajo en Nueva York y sería difícil estar viajando hasta allá cada vez que tenga que hacer algo —explica aparcando el auto afuera de su casa— pero de vez en cuando me escapo y vengo a relajarme.

—Yo viviría aquí —suspira Jessie—. Ver los rascacielos en Nueva York es hermoso pero ver el mar todos los días sería un sueño.

—Yo prefiero admirar los rascacielos —inquiero.

Lucca les dice que pueden venir cuantas veces quieran, que solo lo llamen para avisarle al de seguridad en la entrada para que las dejen pasar. Las miro y puedo ver la emoción en sus rostros ante el ofrecimiento que Lucca acaba de hacerles. Jessie se apresura a agradecer por todas con un tono de voz que refleja lo emocionada que está.

Lucca les enseña la casa como a mí la primera vez que vine y les dice que pueden quedarse en cualquier habitación. Las chicas se van dejándonos solos, al mismo tiempo que Lucca se voltea a mí y me coge por la cintura acercandome a él.

—¿Ésta vez vas a dormir conmigo o prefieres dormir en otra habitación? —pregunta divertido, pasando su mano por mi espalda en una caricia.

—Creo que es muy pronto —le respondo como lo hice la primera vez. Finjo timidez y muerdo mi labio haciendo que él suelte una carcajada y hunda su cara en mi cuello dejándome sentir la vibración de su risa en esa zona.

—¿Ah, sí?, ¿es muy pronto? —deja un beso en mi cuello haciendo que me estremezca.

—¿Qué crees tú?

—Que es verdad lo que dices, es muy pronto —me sigue la corriente.

—Bien —me separo de él—. Dormiré en ésta habitación —digo entrando a la habitación principal—. Puedes dormir en cualquier otra —finjo desinterés.

Me agarra entre sus brazos desprevenida haciendo que suelte un grito de sorpresa. Me deja sobre la cama colocándose entre mis piernas.

—Pequeña tramposa, ésta es mi habitación —murmura divertido—. Si quieres dormir aquí, deberás hacerlo conmigo.

—Ya lo sé, igual no pensaba dormir sin ti —susurro juguetona en su oído antes de morder suavemente el lóbulo de su oreja para luego dejar un camino de besos hasta su cuello.

—Nena, si quieres ver la sorpresa que te tengo, tienes que parar lo que haces —dice con la voz ronca.

—¿Me tienes una sopresa? —pregunto ilusionada y emocionada al mismo tiempo, pasando mis manos por su espalda.

—Sí y si quieres saber cual es, tienes que dejar lo traviesa por ahora, nena.

—Está bien. ¿Cuando sabré cual es la sorpresa?

—En tan sólo un momento lo sabrás —dice antes de dejar un rápido beso en mis labios.

Intento convencerlo con besos y mimos para que me diga de qué trata la sorpresa pero parece no tener efecto en él porque no suelta nada y repite que pronto lo sabré.

Bajamos a la sala encontrándonos a las chicas ahí.

—Estábamos hablando para pedir algo de cena —comenta Marcela, a penas nos sentamos en uno de los sofás.

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