Hades te mira desde su trono, aburrido - ¿Que es lo que te ve? No tienes nada de especial.
No le respondes, las arpías jalan de tus cadenas haciéndote jadear - No soy especial, señor.
- Pero aún así planea luchar contra mi por ti - Una risa burlesca se escapa de sus labios - ¿De verdad cree que tiene una oportunidad?.
- No haga daño a Hermes, señor - Suplicas - Solo esta encaprichado, debe de entenderlo.
- Tu no me ordenas que hacer - Las arpías vuelven a jalar de tus cadenas fuertemente haciendo que cayeras al suelo - ¿Sabes? Esto no hubiera pasado si no hubieras jodido mi nombre y mi santuario. ¿Que Hermes se enamore de un alma? Lo que sea, que la tome, tengo más pero tu me faltaste el respeto.
- Lo siento mucho, señor.
- ¿Recuerdas lo que le hizo Atenea a la persona que le faltó el respeto a su templo como tú? La convirtió en la gorgona, el mismo monstruo que tiene en su sangre la capacidad de revivir a los muertos, sangre que Hermes busca - Se para de su trono, yéndose a los campos del Inframundo en busca de Perséfone.
Escuchas a tus espaldas como las arpías hablan entre ellas para luego sentir el ardo del látigo contra tu muerta piel.
Largos minutos fuiste torturada por esos monstruos, podrías soportar esto por la eternidad.
De verdad no querías que Hermes fuese castigado por tu culpa.
- Basta - La voz de un desconocido y el brillo de su espada asusta a las arpías.
Levantas la mirada, un jovencito muy parecido a Hades amenazaba a las arpías.
- Gracias - Murmuras cuando los monstruos se alejan de tu cuerpo, quejándose entre ella que solo hacían su trabajo.
Él te ignora, probablemente impactado por lo que veía. Nico no sabía que su padre te tenía de esa manera.
- ¿Tu eres el causante de los disturbios en el Olimpo?.
- No quería que esto pasara.
El levanta su espada y tu cierras los ojos de miedo, este era tu final.
El choque de la espada con la cadena suena fuertemente, miras al desconocido sorprendida, sintiendo tu cuerpo más pesado.
- Ven conmigo.
