La desaparición del rayo

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Percy caminaba por el campamento junto con Quirón. Estos eran el centro de atención de muchos semidioses ya que no todos los días te podrías encontrar a un chaval que estuviese vestido como un pordiosero de las épocas antiguas.

Estos ignoraron todas las miradas que recibían por parte de ellos y se dirigieron a la casa grande, que sería el lugar de residencia de Percy hasta que a él revelase ser hijo de Poseidón. Quirón le mostró su habitación, la cual estaba en el segundo piso, lo malo es que al lado estaba Dioniso y de su habitación se podía oler el olor natural de una destilería cosa que molestaría a cualquiera que no bebiese.

Una vez se instaló en su habitación este decidió dar un paseo por el campamento para saber si había cambiado algo o si, por el contrario, había ido a peor cualquier cosa. Lo primero que hizo fue ir a la cabaña 11 y se llevó la sorpresa del siglo. Quirón cumplió su promesa de no hacer caso a los dioses e hizo una remodelación maravillosa. En esa cabaña ahora podían vivir mejor los semidioses y en mejores condiciones.

Tras echar un vistazo por encima a esa cabaña decidió seguir por su camino. Sabía de buena mano que una amiga suya estaba en el campamento, la que podría ser considerada su primera amiga, la diosa Hestia. Pero como solo podría interactuar con ella cuando se esté haciendo una ofrenda, ya que si no sospecharían de él y no sería bueno, decidió dejarlo para más adelante en el día.

Mientras él paseaba se dio cuenta de que alguien le estaba siguiendo. Ese alguien no era alguien muy inteligente, es decir, se dejaba llevar por sus sentimientos ya que no ocultaba su presencia a los enemigos. Esto llevó a dos conclusiones a Percy, uno, su perseguidor no estaba acostumbrado a perseguir a alguien sin que este alguien se diese cuenta, y dos, siempre iba de cara por lo que podría decir que era un hijo de Ares.

Percy suspiró y decidió parar de caminar y enfrentar a su perseguidor.

- No sé quien eres, pero muéstrate eres tan malo ocultandote que me das vergüenza ajena. Dijo este haciendo que su perseguidor se mostrara soltando un insulto .

- Maldita sea, ¿cómo coño me has visto gamberro? - Dijo una voz de una chica que Percy reconoció enseguida, en frente de él estaba Clarisse La Rue con un protector de pecho de bronce y una lanza, esta vez de verdad.

- Pues mira, de primeras no te he visto, pero he podido notar que estas ahí gracias al sonido de tus pasos, tu respiración y el ruido que hace tu armadura al moverse. - Este le explicó a la chica que no dejaba de mirarlo entre ofendida y enfadada. - Si quieres sorprender a alguien debes ser un poco más lista, hay un libro muy interesante que quizás te guste.

- No me digas. - Dijo esta con cara de fastidio. - No será un diccionario.

- No, eso solo te enseñara vocabulario. - Le contestó haciendo que esta levantase la cabeza en confusión. - Se llama el arte de la guerra de Sun-Tzu, con eso puede incluso que puedas darme batalla una vez, lo leí cuando tenía cinco años te lo recomiendo.

- ¿Y con eso te podré ganar en un combate? - Dijo esta haciendo que Percy se encogiera de hombros. - Bien, si leo ese libro te ganaré en poco tiempo.

- Oh lo dudo querida. - Dijo este ganando una mirada enfadada de la hija de Ares. - ¿para ti que es poco? un día, una semana, un año, un lustro, una década, un siglo, un milenio o un eón.

- Que son esas cosas que has dicho al final. - Dijo esta un poco confundido por algunas palabras que había soltado el chico.

- Son medidas de tiempo, y bien, ¿para ti que es poco? - Dijo este con una sonrisa burlona.

- Ahg, te ganaré en menos de un año luz. - Dijo esta mientras se daba la vuelta y se iba..

 - Un año luz no es una medida de tiempo sino de distancia. - Dijo en voz alta solo para ganar otro suspiro de enfado por parte de Clarisse.

El rey de los mestizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora