A la caza del monstruo

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Percy se había reunido con Ares. Nunca antes se había molestado en prestar atención a ese dios, por lo que nunca pensó que le haría tal cosa como llenar el tren en el que iba con sus dos compañeros.

Este no era el mejor lugar para pelear contra monstruos ya que estaban completamente rodeados de mortales que podían resultar heridos o dios sabe como. 

Este nunca quitó los ojos de encima a Ares, no sabía por qué, solo sabía que si le quitaba la mirada de encima podría pasar algo malo. Él estaba solo sentado en la mesa en este instante, pensaba en cualquier manera de dar caza a los monstruos, pero él solo no podía hacerlo por lo que se levanté de la silla en la que estaba sentado y fue a su compartimento.

Recorrió todo el camino que había hasta su destino con mucha rapidez para no llamar la atención de nadie, puede que tenga un poco de protección gracias a la niebla, pero nunca se sabe, a lo mejor un monstruo tenía ganas de ir al baño y podría encontrarselo, por lo que fue rápido.

No tardó más de un minuto en llegar a su compartimento compartido y antes de entrar verificó que no había nadie cerca.

- ¿Dónde has estado todo este tiempo? - Dijo Annabeth un poco preocupada por haber tardado en volver.

- Solo he buscado indicios de donde podrían estar los monstruos. - Dijo este sin prestar mucha atención a la preocupación de la hija de Atenea. - Pero si he tenido una conversación con Ares. - Dijo solo para que las miradas de sus dos compañeros lo mirases como si le hubiese crecido una segunda cabeza. - Por lo que me ha dicho, fue él el que infestó el tren con monstruos y nos ha dado dos opciones. O luchamos contra ellos en el tren y vamos directos o nos bajamos y nos buscamos la vida.

- Yo voto por irnos. - Dijo Grover con la mano en alto y listo para abandonar el tren en cualquier momento.

- Pero no podemos dejarlos aquí. - Dijo Annabeth un poco molesta por la actitud del sátiro que los acompañaba. - Si nos vamos puede que ataquen a los mortales, pero tampoco podemos luchar en una zona tan cerrada.

- Podemos si vamos con cuidado. - Dijo Percy llamando la atención de los dos. - Grover puede detectar a los monstruos mientras que Annabeth y yo acabamos con ellos con dagas o con magia, puede que los podamos envenenar también.

Ellos se quedaron en silencio durante un rato. Era obvio que el chico cabra no le gustaba mucho la idea, pero a Annabeth si, por lo que eran dos contra uno por lo que decidió resignarse y acceder al plan que el Benefactor X les había contado.

Percy no era tan malo como obligarlos a salir en este mismo instante, ellos debían descansar para que en la mañana siguiente no se vean en una desventaja, por lo que los mandó a la cama ya que después del desayuno este tenía pensado ir a cazar.

Poco después de tener esta charla los tres fueron a sus respectivas camas para intentar dormir un poco. Percy fue el que tardó más en dormirse ya que, por si llegara a pasar algo malo, puso un poco de protección en la puerta para que no se cayese con un solo golpe.

Cuando este dio su trabajo por finalizado se dirigió a su cama, la cual era la que estaba bajo la cama de Annabeth, y durmió. Su inconsciente no tardó mucho en llevarle a otro lugar. Desde el vagón en la cama cutre en la que estaba tumbado pasó a estar sentado en un sofá ce cuera de alta calidad en una sala que parecía de recreo. 

Él estaba sentado en un sofá, delante de él había una mesa con un baso con un zumo de frutas y al otro lado había un sofá del mismo estilo solo que en vez de estar ocupado por otro Percy estaba su bisabuela Atenea que estaba tomando una taza de café.

- Hacia mucho que no nos reuníamos. - Dijo Ella mientras dejaba su taza en la mesa. - Unos cuatro años si mi memoria no me falla.

- Yo también me alegro de verla Atenea. - Dijo el chico mientras tomaba un sorbo del zumo que resultó ser de mango. - ¿Podría saber para que me has llamado? Porque dudo mucho que solo quieras hablar de como me ha ido la vida.

El rey de los mestizosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora