Capítulo XIII

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Me levante cerca de las ocho menos veinte de la mañana puesto que los animales que en esta casa tenían me levantaron al hacer mucho ruido, sin más que hacer me dirigí fuera de la casa y busque a alguien que me pudiera dar algo de comida porque, aunque tenía suficiente, no quería gastarla.

Al llegar a la calle me encontré con un hombre mayor que tenía dos cafés y una bolsa con pan en sus manos, me acerqué y le pregunté dónde había comprado eso, sin más me dijo donde se localizaba el sitio y me dirigí allí.

El lugar por fuera se veía abandonado, pero por dentro era algo totalmente distinto, tenía algunas sillas y una mesilla en la que servían la comida, me acerque a una joven que estaba en esta.

—Buenos días, disculpa vi que un señor salió de aquí con café... —sin dejarme terminar ella comenzó a hablar.

—Ah sí, ¿quieres algo parecido?

—De hecho, quisiera lo mismo.

—Muy bien en un momento te lo traigo —se retiró a la parte trasera lo que supuse que era la cocina en la que preparaban los alimentos.

Un momento después venía con dos vasos de café y dos panes franceses en una pequeña bandeja de cartón color gris.

—Aquí tienes —me dijo tendiendo la bandeja de cartón con los cafés y una bolsa de papel con los panes.

—¿Cuánto es?

—Son tres libras por todo —así saqué el dinero de mi bolsillo y se lo tendí, me dirigí a la salida y antes de salir le di las gracias.

Llegue lo más rápido que pude a la casa y me dirigí a mi cuarto para que pudiera dejar las cosas, cuando llegue vi como Edward se dirigía hacia la parte trasera de la casa en la que se encontraban los animales.

—¡Edward! —grite lo suficientemente alto para que el me escuchara.

—¿Qué sucede? —dijo mientras se acercaba a mí.

—Ten —le tendí un café y la bolsa con los panes.

—Y según tu no pagarías mi comida eh —me miraba con una sonrisa en su rostro y al mismo tiempo levantaba y bajaba las cejas con picardía.

—Te toca a la siguiente —dije para después dirigirme a la banca que estaba fuera de los cuartos.

—Me parece justo —después se sentó a mi lado en la banca con una distancia prudente.

—Es lo justo porque no pienso pagarte las comidas mientras tu no gastas nada —me concentre en tratar de enfriar mi café que estaba muy caliente —a propósito, si creías que los dos panes eran para ti te equivocas, dame el mío.

—Ya sabía yo que no te conformarías solo con el café —me tendió la bolsa en la que estaban los panes, pero ahora solo estaba el mío pues el suyo ya lo tenía en sus manos —porque, aunque aguantas el hambre tu estómago es el que te delata.

Como si lo hubiera invocado un pequeño gruñido escapo de mi estómago haciendo que sintiera vergüenza, pero a la vez me riera por lo sucedido.

—Ya vez —dijo Edward al notarlo para después echarse a reír.

—No es gracioso, a parte te recuerdo que el más tragón de los dos eres tú —Edward escupía el café de su boca sin poder evitarlo de tanto reír.

—Disculpa, ¿a mí me llamas tragón? Te recuerdo quien es el que se comió su pastel de cumpleaños entero antes de que siquiera llegarán los invitados a tu fiesta —me miraba con los ojos entrecerrados, solté una pequeña risa al recordar ese día, que ahora se veía tan lejano.

—Como sea, de todas formas, quien fue el que se llevó toda la lasaña de la cena de navidad a su cuarto para después comérsela entera escondido en su armario —dije contraatacando —además de que pusiste el pretexto de que tenías sueño para que nadie sospechara nada, pero eso sí al día siguiente ya te dolía el estómago y sin causa aparente verdad.

—Yo no tengo la culpa de que estuviera tan condimentada —se encogió de hombros y a la vez reía —además nadie la iba a comer así que no quería desperdiciarla y me la comí, me sacrifique por todos ustedes, deberían valorar más los esfuerzos que hice.

—Vaya sacrificio el tuyo.

—Pues sí, como iba a dejarte comer de la lasaña y que después te doliera el estómago, no no no no, eso no se hace, mejor lidio yo con ese dolor así tenga que comer una lasaña entera tan deliciosa por los dos, aunque después me duela el estómago.

—Es eso o era que te la comerías solo, sin saber que después te dolería el estómago por tragón, que por supuesto es más lógica la segunda.

—No soy tan tragón —negaba con la cabeza.

—No para nada, solo lo eres en un 99.9% del todo, pero nada más.

—Bueno, solo lo soy un poco y eso a veces.

—Si si, lo que tú digas.

—Oye no es mi culpa que la comida sea mi punto débil.

—Pero si es tu culpa si no la controlas y dejes que te domine.

—Como sea no siempre caigo.

—Pues de entrada mira —señale su vaso de café el cual ya estaba vacío —ya te acabaste todo y en menos de cinco minutos.

—Oye no comí ayer era obvio que tuviera hambre.

—¿Qué no comiste ayer? Eso ni tú te lo crees, te apuesto que te comiste algo de las provisiones de tu mochila y no lo niegues.

—Pues sí, pero yo estoy acostumbrado a comer más y lo de ayer no fue nada.

—Ah claro para ti una orden de cuatro platos distintos apenas es el desayuno, no me imagino como es la comida.

—Exageras, no como mucho solo lo básico, además ni se nota.

—Pues no se nota en tu físico, pero cualquiera que conviva contigo mínimo una semana ya lo confirmaría,

—Pues si ante todo la figura, si es cierto que debo saciar mi estómago, pero mi físico es primero, de eso vivo.

—¿Tu estómago? Que yo sepa tú tienes cuatro estómagos y que no se sacian con nada.

—Bueno ya dejemos de hablar de él como si no estuviera presente —dice mientras lleva sus manos a su estómago y da unas pequeñas palmadas sobre este —el pobre también tiene sus sentimientos.

—Ah sí, incluso tiene vida propia.

—Bueno ya cállate y alístate que debemos partir si queremos llegar a Lancashire en el tiempo planeado.

—¿Ya no te gustó verdad? Pero en fin como el Señor Miller ordene.

Diciendo esto me dirigí a mi cuarto para alistarme y partir, después de todo Edward estaba poniendo de su parte para llevar bien esto.

Lo oculto en la guerra [Terminada] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora