3 | Lynette

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3.




Lynette




Acaricio la piedra de mármol y aunque siento el frio de esta, no es algo que verdaderamente sienta. No puedo evitar delinear los dos nombres escritos en ella, la tristeza me invade y solo quiero dejar de sentir ese nudo en mi garganta.


Creo que mis ojos se resienten cuando siento como se llenan de lágrimas, pero ninguna cae. Paso mis manos sobre ellos evitando que caigan. No lloro, realmente nunca lo hago, pero en fechas como estas y en días así, verdaderamente quisiera dejarme ir y soltar mi dolor.


Siento el pasar del tiempo cuando el calor del sol deja de darme y el viento empieza a hacer presencia. Recojo mis prendas abrigadas y emprendo camino fuera del lugar.


Mientras doy un paso tras otro, solo siento agonía. Las personas que van y vienen por las calles, lo hacen con rapidez e indiferencia, lo cierto es que a veces la rapidez con la que quieren vivir la vida, es tan evidente, que dejan de ver que realmente no la están viviendo.


Es algo irónico que mis propios pensamientos me resulten ajenos a veces, porque no hace tanto yo misma era una de ellos, una infiltrada que quería vivir la vida de tal manera que solo no lo hacía.


Cuando llego a destino, estoy sudada y el tiempo que me tomo llegar hasta aquí se refleja en mis piernas cansadas. Leo como cada día la palabra "Hope" sobre la gran puerta del comedor comunitario de la ciudad, es irónico que justamente pongan esa palabra en un lugar donde solo vienen los que ya no tienen esperanza y solo sobreviven para seguir sufriendo.


Entro al sobrio lugar y un olor a cloro liquido me llega.


Camino dentro y enseguida llego a la fila de personas, tomo una de las bandejas vacías y avanzo con los demás. Aunque lo intento, no puedo devolver las sonrisas que dan aquellas personas que son voluntarios en el comedor.


Me siento en las mesas lejanas e ingiero los alimentos necesarios que mi cuerpo me exige. El silencio solo roto por movimientos de las personas es ensordecedor.


Cuando termino mi almuerzo me dedico a mirar a los demás mientras bebo algo de agua. En una esquina los voluntarios de hoy miran a todos con expectación, esperando ver tal vez, algo que les diga que estas personas podrán salir adelante.


Pero solo es un tonto pensamiento que se hacen, lo cierto es que cuando uno llega a este extremo de la vida, es simplemente porque ya no quieren vivirla. Hay quienes son simplemente cobardes para suicidarse y están —me incluyo— quienes solo quieren sufrir, sufrir porque lo merecemos, porque la muerte no es suficiente para pagar todo lo que cargamos en nuestra alma.


Abandono el lugar minutos después, la noche pronto caerá y más de uno pasara frio en la interfería de la noche. Camino constantemente por las calles de la ciudad, más de algún extraño me mira dos veces, no se ven todos los días mujeres como yo.


Rotas, solas y sin nada.


* * *


Miro con curiosidad a los nuevos visitantes, aun cuando unos cuantos metros nos separan y la oscuridad nos cubre, puedo verlos, sentirlos y olerlos.


Son descuidados y van sin miedos, valientes o idiotas. Por la desconfianza que me cubre cada vez que los siento, sé que no son nuevos en la manada, y tampoco son visitantes muy recurrentes.


Los Reither son desconfiados por naturaleza, de propia mano lo sé. Aun cuando solo es una camada que ronda los alrededores de la ciudad, por herencia todo les pertenece, es decir, la ciudad es su territorio, aunque en ella habiten más humanos que otra cosa.


No les gusta los forasteros, son violentos con aquellos que pisan su ciudad y más aún, si no fueron avisados de su presencia o si quienes vienen no son "amigos".


Por lo tanto, es curioso, todo eso es conocido por la mayoría de la especie, así que estos dos hombres anden como si nada, es extraño y muy descuidado tal vez. Si bien no pueden echarlos de la ciudad o ir a duelo por eso. Ellos se están acercando a los lindes del bosque, algo que deberían pensar dos veces, porque si yo los siento, toda la manada también.


Me recuesto contra un árbol mientras los observo llegar a los limites, no son tan idiotas, ni siquiera pisan la tierra que pertenece a los territorios Reither. Considero que es una provocación cuando los veo prepararse por unos minutos en ese lugar, antes de darme media vuelta y volver por donde vinieron.


Ellos no les temen y su mensaje fue un claro "no me jodas", algo estúpido, pero podría aplaudirlos por atreverse a eso.


Suspiro y me aparto del árbol cuando sé que me sienten, ladeo mi cabeza viéndolos, ambos giran a mi dirección, aunque intente verme los abrigos que me cubren y la capucha seguramente lo impedirán, sin embargo, mi aroma me delata. Cualquier cambiante me miraría dos veces antes de seguir su camino.


Me preparo mentalmente mientras sigo bajo sus miradas, si vienen en mi dirección, debo correr, huir. Pero en cambio no lo hacen, algo que agradezco enormemente, no me agrada estar cerca de ellos.


En algún momento desparecen de mi vista, y minutos después dejo de sentirlos, solo un leve viento que sopla me trae nuevamente su aroma, es suave y fuerte de divierte manera, algo tiene, pero no logro distinguir que es.


Dejo de pensar y solo me centro en todo el silencio que trae consigo la noche, me permito cerrar mis ojos mientras lleno mis pulmones del olor que trae el viento. El bosque, sus árboles, su tierra y su herencia me llama, como siempre lo ha hecho.


Cuando mis piernas ya se entumecen de tanto estar de pie, me permito volver a la realidad de mi vida, de mis momentos regalados, tengo la intención de abandonar el lugar, pero no quiero, así que los siguientes minutos solo me sirven para darme consuelo.


Mi corazón palpita con fuerza y mi cuerpo se estremece cuando escucho un paso cerca. Me giro rápido y logro darme cuenta de que a pocos metros de mí, está parado mirándome.


Su pose relajada, su expresión silenciosa y su observación a mi persona, no me confunde. Bajo mi mirada en sumisión silenciosa y doy un paso queriendo alejarme, doy otro más y otro más, y me giro.


—Lynette—lo escucho, me quedo quieta, pero no lo miro—. Te queda poco—suspiro—. Muy poco—cuando da un paso me giro y lo veo—. Mi caridad no dura tanto—cuando veo su sonrisa me voy.


Caridad.


Su caridad es tan agotante y ahogante, que no la deseo, pero debo aceptarla. 


SuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora