10 | Price

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10.


Price.


—Isaac pareces que no estas razonando—exclama Isaiah—. ¿Cómo pudiste desafiar abiertamente a miembros de esta manada? ¡Estamos en su territorio!


Puedo ver desde donde estoy sentada como Isaac le dedica una mirada para nada de preocupación y solo expresa el poco interés que tiene ante las palabras de su gemelo.


—No hice nada malo—apunta sin dar más palabras.


—Te metiste donde no debías—señala Isaiah—. Ella se ve lo suficientemente grande para poder defenderse por sí sola.


Por segundos creo que ambos me miran de reojo antes de empezar con su intensa manera de mirarse fijo, verdaderamente creo que la forma en que lo hacen significa algo, pero no es algo que entre en mi entendimiento.


—Sabes de sobra como son tratados los exiliados—termina por decir Isaac.


Veo como Isaiah me da una silenciosa mirada antes de hablar.


—Por como lo sé, no entiendo porque ella continua aquí. Se pudo haber ido tranquilamente.


En el momento en que termina de hablar un corto silencio inunda el cuarto antes de que volteen a verme al mismo tiempo. Por segundos quiero reír al ver sus caras de concentración y confusión, sin embargo, solo guardo silencio a la espera de que vuelvan a decir algo.


—¿Lynette?


Solo los puedo ver en silencio, sabía que había situaciones parecidas, pero en películas. Y ahora la estaba viendo en persona, algo cómico dentro de todo. Pero la verdad eso de rescatar a la chica en apuros, era puro cuento, una se metía en problemas por su propia cuenta y así mismo, debía salir de ellos sola, no por ser una mujer significaba que necesitaba ayudar de algún hombre, ni mucho menos.


—Miren, agradezco que quieran involucrarse, pero es cosa mía y no necesito a nadie que me defienda.


—Y una mierda—Veo a Isaac bufar—. Ese hombre te acorralo, te ataco y te amenazo, ¿Y tú me vienes a decir que no necesitas ayuda?


—Exactamente. Yo estoy aquí por una razón y tú no puedes simplemente venir a meterte porque tienes ganas de hacerte el héroe, nadie te pidió nada, así que relájate.


Creo por segundos que a ninguno de los dos les gusto mis palabras, pero solo cuando Isaiah suspira me relajo.


—Ella ya decidió—Me señala—. Hay que respetarla.


La manera en que dijo esas palabras me suenan a decepción tal vez. Pero no le presto demasiada atención. Lo cierto es que ahora tenía seguramente más de mil problemas esperando por mi ahí afuera.

SuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora