11 | Perdida

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11.



Perdida.


—No pensé.


—¿No pensaste? —repite mis palabras Isaac y el toque burlón que le pone hace suspirar a su hermano—. ¿En qué momento no pensaste? ¿Cuándo amablemente te ofrecí mi ayuda y la rechazaste como basura? ¿O cuando dejaste que este idiota—señala a su gemelo—. Le declarara la guerra a los Reither, sin siquiera pararlo?


No respondo porque la verdad que es ni siquiera puedo llegar a encontrar una respuesta para sus preguntas. Cuando me vi rodeada, pensé en miles de escenarios, pero ninguno de ellos se traducía a Isaiah declarando libremente que me llevaría con él y prácticamente empezar una guerra.


—Cuando te ofrecí mi ayuda, claramente me mandaste al demonio con tu "no te metas". Y ahora aquí estamos—Murmura nuevamente alzando sus brazos.


No tengo que mirar dos veces a nuestro alrededor como para sentirme incomoda. Nunca había salido de mi territorio, jamás había siquiera visitado tierras cercanas o vecinas. Y ahora, estar en el linde de la manada, en un terreno neutral, era muy extraño. No me sentía como una intrusa como tanto contaban los demás, pero algo dentro mío se revolvía cada vez que pensaba o miraba todo.


—Yo no pedí...


—¡Pero al parecer, tampoco te negaste! —Me interrumpe alzando su voz.


—Isaac—lo llama su gemelo.


—No lo vale—Su mirada va de su hermano a mí y viceversa—. Ella no vale el precio de todo lo que vendrá.


Sus palabras me llegan muy rápido y al instante, pesan. Duelen.


—¡Basta Isaac!


—Lo sabes—le responde y da los pocos pasos suficientes para poder poner su dedo contra el pecho de su hermano, señalándolo—. Piensas igual que yo, no tiene vida, ¿entiendes? Ya hablamos de esto Isaiah, no hay un tramo de ella que quiera vivir plenamente, se perdió.


—Ella...


—¿Verdaderamente crees que podremos ayudarla nosotros, con todo lo que se vendrá? —La seriedad que carga su pregunta más el acercamiento que tienen, viéndose cara a cara, es fuerte—. No te creía tan ingenuo.


Las últimas palabras las dice muy suavemente, pero de igual forma logro escucharlas. Seguida de ella se aparta de su hermano y sin ver a nadie, camina a varios metros de nosotros por el borde de la carretera. Mis ojos viajan a mis manos cuando noto como fui apretando cada vez más la puerta del automóvil, mis nudillos blancos de tanta presión me exigen soltar el agarre.


—Lynette.


Vuelvo a alzar la vista y la imagen de Isaiah frente a mí me llega de repente. Sus ojos van a su hermano por un segundo antes de volver a ver fijo, el pesar de su mirada me cala muy profundo. Sé que seguramente no estaba en sus planes hacer todo lo que hizo, con solo decir tan pocas palabras.

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