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EPISODIO 3: visitas

Las pequeñas varas hacían un sonido hueco cuando se encontraban

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Las pequeñas varas hacían un sonido hueco cuando se encontraban. Ambos eran ágiles y se notaba en cada movimiento sus años de práctica .Ambos daban lo mejor de sí, como si estuvieran realmente en pleno combate, pero incluso desde mi posición, podía percibir el nerviosismo que sentían al notar la pesada mirada de Maryse sobre ellos.

Ellaes más baja y delgada, por lo tanto más ágil, aunque Jace contabacon más fuerza en sus extremidades. Ninguno estaba dispuesto aperder, e ignorando las gotas de sudor que se escurrían por sufrente continuaban sin cesar.

Alexanderlos observaba de brazos cruzados junto su madre y aquel hombre morenoque mantenía su mano entrelazada con la de ella.

LucianGraymark, antiguo parabatai de Valentine y padrastro de Claryssa simal no recuerdo.

—¿Cansada?—se burla Jace haciendo fuerza contra el bloqueo de Isabelle.

Sinduda, Jace era un hermano más. Si no fuera por esa cabellera rubiaque caracteriza a los Herondale y su ojos azulado, sería todo unLightwood. Los dos parabatais confiaban plenamente en ella, al igualque Isabelle confía en ellos.

Aveces me pregunto cómo se sentirá confiar plenamente en alguien.Que se siente estar con los ojos vendados frente una diana mientrasla otra persona está lanzando unas dagas en tu dirección, pero nosentir inquietud, sabiendo que no te hará daño.

Unosaplausos me sacan de mis pensamientos. Maryse y Lucian aplauden a losdos jóvenes quienes agradecen. Alexander por su parte no parece muycontento, aunque lo raro en él sería que estuviera de buen humor.

—¿Aqué debemos vuestra visita? —les pregunta Jace dándole un sorbo auna botella con agua, que luego pasa a la morocha quien la recibegustosa.

—Bueno,vuestra madre se ha enterado que una conocida suya está aquí —lesexplica el novio mirándola de reojo.

Maryselucía muy diferente. Su cabello estaba suelto y vestía ropa mundanaque le sentaba bien, pues Isabelle heredó su buen gusto de la ropa,aunque eran gustos distintos. Una sonrisa de orgullo no desaparecíade su boca, y sus ojos brillaban como si de focos de luz se tratasen.Lo que más me sorprendió fue su actitud positiva hacia su hija.

¿Quédemonios le había sucedido a esta mujer? ¿Tanto le cambió la vidamundana? Con lo bien que me caía...

—¿Hablasde Hera? —le pregunta curiosa Isabelle, seguramente recordandonuestra charla en la biblioteca.

—Síasí es. La conocí cuando la abuela de Jace la trajo consigo aAlacante, en ese entonces tenía dieciocho años recién cumplidos—les explica con sencillez no queriendo dar muchos detalles, puesesta no lo tenía permitido.

MaryseLightwood era de las personas que estaban permitidas a acercarse,aunque nuestra relación fue algo breve, me encantó su manera deser. Benevolente, eficaz, y sigilosa. Cuando me enteré de que eradirectora de un instituto mi admiración por ella incremento. Quierodecir, podía mantener orden dentro de un Instituto incluso estandolejos, y al mismo tiempo formando parte de la Clave junto —en esetiempo—, su marido.

AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora