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EPISODIO 6: Magnus

Sueltoel aire que he estado reteniendo en mis pulmones desde el momento enel que salí de mi habitación cuando uno de mis compañeros meinformó que Alexander quiere hablar conmigo y que me espera en sudespacho

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Sueltoel aire que he estado reteniendo en mis pulmones desde el momento enel que salí de mi habitación cuando uno de mis compañeros meinformó que Alexander quiere hablar conmigo y que me espera en sudespacho. Llevo más de un segundo estática frente la imponentepuerta de madera donde se encuentran tallados decenas de pequeñosángeles. Mi mano se alzó nuevamente, pero esta vez si alcanzó allamar a la puerta con dos toques. Su respuesta no tardó en llegar.

—Adelante.

Conambas manos empujo la pesada puerta la cuál hace un pequeño sonidocuando la vuelvo a cerrar a mis espaldas. Para mi sorpresa eldespacho se encuentra bastante ordenado a excepción de su mesa lacuál esta llena de todo tipo de hoja. El gran ventanal me cautiva alcompleto; desde mi posición puedo distinguir una gran fuente dondeen el centro se encuentra la escultura de una bella mujer desnuda contodo tipo de runas plasmadas en su cuerpo. La gran diversidad deflores y colores me sorprende gratamente. Unas pequeñas mariposasanaranjadas revolotean alrededor de las flores cogiendo su néctar.

Conpesadez camino hasta la silla que se encuentran frente a él, al otrolado del mesado, mientras busca algo entre su montón de hojasobservo las grandes estanterías repletas de libros que lleganhasta el techo. En su mesa junto los montones de papel hay dos marcosde fotos que no alcanzo a ver pero que me causan gran curiosidad.

Mimirada se centra en su camisa negra que le sienta condenadamente biencon el primer botón desabrochado. Su runa de bloqueo desaparece enel interior de esta y mentiría si no me siento atraída por estesensual hombre que me me mira fijamente mientras frota sus manos. Suceño ligeramente fruncido y sus labios en una línea recta bajo laluz tenue que entra por la cristalera que esta a sus espaldasdestacan más la forma cuadrada de su mandíbula.

Sino fuera tan gruñón y cabezota sería un gran candidato.

—Nosabía que te gustase beber alcohol —comento cuando mi miradase posa sobre el pequeño estante que descansa a un lado del granventanal repleto de todo tipo de licores y whiskys junto pequeñosvasos de cristal.

Mimirada se desvía hasta él pues su respuesta nunca llega a misoídos. Su mirada perdida observa con nostalgia las bebidasalcohólicas que resplandecen gracias a la luz natural que entra porel ventanal y que refleja contra ellas. Su mente parece ya no estaraquí, si no que parece estar perdida en algún recuerdo que le trajoaquella estantería.

Mispadres tienen también un estante repleto de todo tipo de bebidasalcohólicas, pues ellos siempre acostumbraban a tomar un chupito oun vaso de ron u otro tipo de bebida por las noches. Recuerdo un díaque mi padre me dio de probar porque quería saber cuál sería mireacción, por lo que aprovechando la ausencia de mi madre vertió unpoco del contenido en un pequeño vaso cilíndrico y me lo tendió.Mi yo más joven lo acercó primero a la nariz, una manía que hagoantes de probar cualquier cosa. Arrugué mi nariz ante el fuerte olorque llegó a mis fosas nasales y le entregué nuevamente el vasotodavía sentada en el sofá café que tanto le gusta a mi madre.Pero mi padre continuó insistiendo así que moje mis labios conaquella bebida y enseguida hice una mueca de desagrado que provocóuna gran carcajada a mi padre a la cuál más tarde me uní a pesarde no saber muy bien a que se debía.

AlecDonde viven las historias. Descúbrelo ahora