Una nueva guerra trae consigo a una futura directora en prácticas al Instituto de Nueva York.
Bajo la tutela de Alexander Lightwood, Hera pone el mundo del revés.
『alec×oc』
【actualizaciones semanales】
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Sientocomo su mano roza mi mejilla, y por eso mismo suelto un suspiro dealivio aunque alcanzo a escuchar la voz de mi madre reprocharme porno haber reaccionado antes a su golpe. Mi codo se hunde en suestómago y eso provoca que se encoja por defecto, lo que me permitepensar mi próximo movimiento. Mi pie lo empuja hacia atrás graciasa un golpe en su hombro y este tropieza con una barra que seencuentra tirada en el suelo, y que para mi buena suerte le hace caerduramente contra el tapiz que cubre el suelo. Escucho numerososaplausos que enseguida se detienen cuando mi progenitora hace suentrada triunfal acompañada por Marysse.
—Estásperdiendo facultades hija, y yo no me fui de Idris para entrenar ypreparar a una perdedora —me dice mi madre a modo de saludo.
Suszapatos de marca resuenan contra el piso mientras se acerca a mi. Susbrazos me rodean con cariño y me aprietan contra su delgado cuerpopor unos escasos segundos. Su rígida mirada me escudriña hasta elúltimo detalle y frunce su ceño no contenta con cualquier mínimacosa.
—Lolamento mamá. Continuaré entrenando —le respondo usando elmismo tono de voz que ella.
Secoy controlador.
Ellaasiente conforme con mi respuesta y salgo de la sala siguiendo a miprogenitora a donde quiera que vaya. Observa todo a su alrededorhasta que su mirada se posa en el hombre que me saca de mis casillascasi más rápido que ella.
Alexander.
Apesar de la confusión evidente en su rostro, muestra una sonrisaladeada y educada mientras camina con seguridad hacia nosotros sinsoltar la tablet que descansa sobre sus manos.
—Buenosdías señora Hadid, es un placer tenerla en el Instituto.
Suactitud tan amable y carismático parecen ser de su agrado, pues envez de estrecharle la mano lo abraza como si lo conociera de toda lavida. Marysse mira con gran orgullo a su hijo, ignorante de loinsoportable y tedioso que puede llegar a ser. Ambos empiezan unaanimada charla sobre asuntos del submundo y la Clave, a la cuál seles une posteriormente la señora Lightwood.
Claryssacuchichea con Isabelle sin dejar de observar a mi madre, aunque lajoven Lightwood no le presta atención y observa con admiración micopia adulta. Nunca entenderé la admiración que tiene la gente porella. Tal vez es porque conozco todos y cada uno de sus defectosdebido a que estuve dieciocho años conviviendo con ella bajo elmismo techo. Al igual que yo, ella no es tan fuerte y segura de simisma como aparenta, solo que yo lo admito, y su gran afán y lealtada la Clave siempre me dio nauseas, y también es, y será, uno de losprincipales temas de debate en las comidas familiares.
—Heraven aquí, por favor.
Silas circunstancias fueran distintas y nos encontrásemos en casa sutono de voz no sería tan amable, ni mucho meno habría finalizado lafrase con un 'por favor', palabra que mi madre rara vez sueleutilizar, y cuando lo hace es para su único y exclusivo beneficio.