Una nueva guerra trae consigo a una futura directora en prácticas al Instituto de Nueva York.
Bajo la tutela de Alexander Lightwood, Hera pone el mundo del revés.
『alec×oc』
【actualizaciones semanales】
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Las maletas parecían burlarse de mi desde la esquina de mi habitación. Llenas hasta los topes, esperaban que me armase de valor para arrancar con ellas hacia mi nuevo destino. La runa de matrimonio la sentía arder sobre mi piel, como si de alguna manera está supiera cuál sería su destino, y suplicase por piedad.
No había visto a Alexander en todo el día. Esta vez no fue culpa suya. Fue mía. No sé si podría tenerlo de frente, mirar esos ojos que hacia poco me miraban con absoluto deseo, y no recordar el placer que me había proporcionado. Intentaba ignorar la ansiedad que percibía de él, así como su molestia y un cabreo intenso y constante que no acabo de comprender del todo.
Es curioso, como incluso sabiendo que esto llegaría, y habiéndolo deseado por tanto tiempo en un inicio, ahora no me siento igual. La Hera que estaba allí en aquel altar, dando el sí quiero que no sentía ni quería dar, debía estar indignada e incluso decepcionada. Pero, la Hera del altar, la Hera que deshizo las maletas ese primer día, no es la misma que esta.
—¡Por el ángel! —Belle entró por la puerta de la habitación como alma que lleva el diablo—. Un día de estos le rajo el cuello.
Dejé de guardar los libros que había llevado consigo en la caja, y me quedé viéndola despotricar en alto, soltando todo aquello que pensaba y sentía sin filtro alguno porque contaba con la confianza suficiente en mi persona como para hacerlo.
—Solo lo estaba saludando, ¿porqué tiene que ser tan...?
—¿Frívolo? —sugerí.
—Sí. Exacto —me dio la razón mirándome por primera vez—. ¿Qué tal llevas la mudanza? Si necesitas ayuda estoy libre, que se joda con el papeleo, él sólito se lo ha buscado.
No pude evitar reír ante la relación que mantienen los dos hermanos, y la cuál he podido apreciar desde cerca los últimos meses. Cuestionandome en muchas ocasiones, si mi hermano y yo habríamos rozado tanto como ellos. Claro que los Lightwood, no podían ser más opuestos entre ellos. De echo, lo único que parecen tener en común es lo mucho que se quieren.
—Ya casi estoy acabando, me faltan los libros —agito el ejemplar en el aire, antes de guardarlo junto con los demás en la caja.
—No puedo creer que te vayas.
La morena se dejó caer con un puchero sobre la cama.
—Nos volveremos a ver, Belle —le aseguré—. Sabes que las puertas de mi futuro instituto siempre estarán abiertas para ti y los chicos. Además, no faltaré a tu boda.
Isabelle jugueteó con el anillo de compriso en su dedo, con una sonrisa de enamorada en la boca. Todavía parecía no dar crédito a que estaba comprometida con el diurno.