Una nueva guerra trae consigo a una futura directora en prácticas al Instituto de Nueva York.
Bajo la tutela de Alexander Lightwood, Hera pone el mundo del revés.
『alec×oc』
【actualizaciones semanales】
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—¡Alexander! ¡Hera! —Maryse hizo una entrada triunfal, gritando nuestros nombres mientras sus tacones resonaban por el instituto—. ¡Al despacho, ahora mismo!
—¿Pero qué habéis hecho para que mamá esté así? —nos miró Isabelle, sin dar crédito.
Estábamos a punto de tener una reunión para que Alexander e Isabelle nos contasen lo que Catarina les había dicho cuando fueron ayer al hospital donde trabaja como si fuera una mundana más. Ni si quiera nos había dado tiempo para hablar en cómo les diríamos al resto que ahora, estamos comprometidos.
—Vamos —me indicó el azabache con un movimiento de cabeza.
Lo seguí por los pasillos hasta su despacho, donde su madre estaba de pie mirando por el gran ventanal que me había cautivado por completo la primera vez que vine. Estaba de brazos cruzados, y no se veía para nada contenta.
—¿Cómo qué estáis comprometidos?
Alexander y yo intercambiamos una mirada. Esta no era la forma en la que queríamos que Maryse se enterase de lo sucedido.
—Mamá, estábamos a punto de empezar una reunión —suspiró su hijo, queriendo aplazar este momento para más tarde. Ni él ni yo habíamos procesado todavía la situación como para dar explicaciones a nadie.
—No me importa —interrumpió—. ¿Pero en qué estabais pensado? ¿Os queréis? No, espera —alzó su mano, deteniéndonos—, mejor no me respondáis.
—Maryse, tiene explicación.
—¿Explicación? —me miró, como si lo que estuviera diciendo fuera una falta de respeto—. La única explicación válida para un matrimonio es el amor Hera, y desde luego que es algo que no parece haber entre vosotros.
—La verdadera Maryse habría entendido esto —hablé entre dientes, desviando mi mirada hacia el ventanal.
—Mamá, si no fuera por el compromiso a estas alturas ya no estaría a cargo del instituto —intentó convencerla.
—¿Qué sacas tú de todo esto? —volvió a centrar su mirada en mí—. ¿Ser directora? ¿O cumplir los caprichos de tu madre?
—Pensé que la admirabas.
—Como cazadora de sombras sí, sin duda. Pero como madre, deja mucho que desear, y tú lo sabes mejor que nadie.
La verdad que había en esas palabras me dolió más de lo esperado.
—Tú eras así, por si no lo recuerdas —alcé una de mis cejas.