CAPITULO 12.

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Me despierto porque el despertador está sonando. Le doy un fuerte golpe para que pare. Nunca antes me había despertado de tan mal humor, con tan poca gana y con tantas ganas de llorar y de mandar el mundo a la mierda. Me meto a la ducha y me quedo allí quieta. Escuchando como cae el agua como van cayendo las gotas por mi desnuda piel. Antes de que me quiera dar cuenta, estoy llorando. Me gusta esto de llorar en la ducha, porque las lágrimas se disipan junto al agua. Y allí es cuando me doy cuenta, que mis lágrimas parecen tan insignificantes junto al agua que hay en mis pies... Que no vale llorar. Que no vale lamentarse porque Calum no este aquí, ya que en parte, que se haya ido es responsabilidad mía, porque yo le dije que se podía ir. No me voy a lamentar por decirle que se fuera, porque si se lo dije en su momento es porque era lo mejor para ambos.
Salgo de la ducha. Me envuelvo en una toalla y me dirijo a mi habitacion. Decido que ponerme, algo básico. Cojo la mochila y salgo de casa. Me quedo quieta en frente de la casa de Calum, por un momento me imaginé la posibilidad de que nada hubiera pasado, que iba a salir de su casa e ibamos a ir juntos al instituto. Pero no, vuelvo a la realidad. Calum no está, Calum se ha ido. Calum no está, Calum se ha ido. Calum no está, Calum se ha ido.

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