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Las noches de verano eran demasiado cortas. En verano los vampiros pasan más tiempo a cubierto, el calor no va con ellos.

Félix vivía en una preciosa casa junto al lago. Una casa más bien convencional excepto por las balconadas y por el torreón que conectaba la vivienda con el garaje. Aunque había estado allí un montón de veces, seguía resultándome abrumadora.

Habíamos pasado gran parte del verano en el jardín de atrás, ganduleando en el patio, nadando en el lago o disfrutando con la moto acuática. Seungmin y yo pasábamos tanto tiempo en el agua que Minho acabó comprándonos varios bañadores para guardarlos en su casa.

Me puse el bañador y salí del cuarto de baño envuelto en una toalla. Seungmin también se había cambiado. Lo encontré sentado junto a la isla de la cocina, picoteando uvas y ayudando a Minho.

Minho era, de todos ellos, el que tenía una edad más avanzada en el momento del cambio: veintiocho años. Su piel era blanca e inmaculada como la porcelana y aquel día llevaba el pelo desordenado. Vestido simplemente con el bañador y un delantal de cocina, observaba risueño a Seungmin mientras él iba charlando.

Minho no comía, como todo vampiro que se precie, pero Seungmin era un cocinero excelente y se había convertido en su sirviente, y colaboraba siempre en la preparación de los platos que el nos cocinaba. De entrada, quise protestar por el trabajo y el gasto que le acarreábamos a Minho, pero era evidente que este tipo de cosas le encantaban.

—¿Dónde está Chan? —le pregunté, acercándome a la isla y robando una uva. Vi que Minho preparaba algún tipo de salsa con queso cremoso y yogur para acompañar la fruta y estaba en aquel momento cortando con mucho esmero manzanas, peras y fresas.

—Esta tomando una siesta —me informó con su cálido acento británico—. Tiene un poco de jetlag después del viaje.

Igual que los otros dos chicos, Chan era increíblemente atractivo. Tenía los ojos de color caoba oscuro e infinitamente cálidos. Su piel lucía el mismo color bronceado que la de Félix y Hyunjin, y su cabello color arena estaba salpicado por mechas más claras. Pero el punto fuerte de Chan era su voz, grave y reverberante. Tenía un ligero acento porque nació en Australia, aunque hacía ya cerca de doscientos años que no vivía allá.

A través del cristal de las puertas de la cocina vi a Félix en el jardín, retozando con su mastín de los Pirineos, Bokie. Las luces indirectas ponían de manifiesto la tensa musculatura de sus pectorales y su espalda. Tendría que estar magullado por los golpes que estaba dándose contra los adoquines del patio, pero en su piel no había ni rastro de moretones.

—¿Te apetece probarlo, Changbin? —me preguntó Minho, obligándome a apartar la mirada de Félix. Estaba ofreciéndome una manzana cubierta con la salsa, pero le respondí con un gesto negativo.

—Estoy quedándome helado. Creo que saldré fuera un rato.

—En seguida salgo yo también —dijo Seungmin con la boca llena de fruta.

—De acuerdo —contesté, y crucé las puertas acristaladas para adentrarme en la noche.

Félix estaba persiguiendo a Bokie lejos del patio, pero distinguí rápidamente su silueta bajo la luz de la luna llena. A pesar de que en el exterior la temperatura era mucho más agradable que dentro de la casa, decidí continuar envuelto en mi toalla. Atravesé el patio y llegué al terreno cubierto con césped que separa la casa del lago. Nada más verme, Bokie echó a correr hacia mí. A buen seguro me habría derribado, pues está acostumbrado a tratar con vampiros capaces de hacer frente a sus embestidas, pero Félix consiguió atraparlo a tiempo y, jugando, le hizo un placaje. A continuación, se levantó del suelo, sacudiéndose las briznas de hierba pegadas al bañador, y me saludó con una sonrisa.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora