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Seguía siendo lo más maravilloso que había visto en toda mi vida. El corazón me latía con fuerza y sentía en mi interior aquella especie de tirón que tan familiar empezaba a resultarme y que me exigía, casi, salir de la cama e ir hacia él. Y era lo que habría hecho de no estar asustado. Lo que hice, en cambio, fue quedarme mirándolo boquiabierto.

—Hyunjin —musité sin aliento.

—No pretendía despertarte —dijo Hyunjin en voz baja. Su voz parecía terciopelo.

Se acercó y se sentó con cuidado a los pies de la cama. Con el movimiento, le cayó a los ojos un mechón de pelo castaño que apartó con despreocupación. Tenía la piel suave e inmaculada, y su boca entreabierta aspiraba mi esencia.
Percibí que deseaba tocarme y vi que luchaba por impedirlo tomando el edredón y cerrando la mano en un puño. Su presencia en mi habitación debería provocarme un sentimiento de miedo y amenaza, pero no era ni mucho menos así.

—¿Qué haces aquí? —Tragué saliva e intenté evaluar su reacción, pero su expresión era impenetrable, como siempre.

—Quería verte. Sabía que algo iba mal. —Sus ojos brillaban con un sentimiento que era incapaz de interpretar. Bajé la vista. Sentía la cabeza inundada por una exótica neblina y, si continuaba mirándolo, no podría pensar.

—¿Mal? ¿Quieres decir tan mal como cuando estuviste a punto de matarme? —Me sorprendí a mí mismo por ser capaz de articular un comentario tan mordaz como aquel. Era evidente que Hyunjin obnubilaba la parte de mi persona responsable de controlar las inhibiciones.

Lo vi estremecerse con el rabillo del ojo, y me quedé satisfecho: sentía remordimientos por lo que me había hecho y eso era, en cierto sentido, una prueba de que yo le importaba.

—Por mucho que te pida perdón por lo que te hice, nunca será bastante —dijo, y vi que cerraba aún más el puño.

—Muy gracioso. No te he oído pedir perdón ni una sola vez. —Levanté la cabeza y él apartó la vista, mientras su mirada perdía dureza y se ablandaba con una expresión de culpabilidad y vergüenza.

—Nunca pretendí hacerte ningún daño, Changbin. Pero no sabía cómo protegerte. Ni cómo protegerme a mí mismo. —Suspiró y miró un instante por la ventana antes de proseguir—. Jamás me perdonaré por lo que te hice. Mereces algo mucho mejor que yo, mucho mejor que mi vida, y por eso me marché.

—Yo no quería que te fueses. —No comprendía por qué, pero me di cuenta de que estaba casi suplicándole. Una parte de mí no había dejado nunca de desearlo.

—¿De verdad? —Hyunjin se volvió de nuevo hacia mí, sorprendido y aliviado.

—Cuando me dijiste que ya no me querías, deseé morirme. ¿Qué quiere decir eso? —Me temblaban las manos y el corazón me latía con tanta fuerza que apenas me oía hablar. Pero ¿qué estaba diciendo? ¿Qué estaba haciendo?

—Nunca he dejado de desearte. Pero no podía volver a hacerte daño —me dijo.

Posó con delicadeza la mano encima de la mía y una corriente eléctrica recorrió por entero mi cuerpo. Tuve que esforzarme para seguir respirando. Todos mis sentidos enloquecieron al instante.

—¿Por qué has vuelto? —susurré.

—Porque creo que no puedo seguir por más tiempo alejado de ti.

Se inclinó hacia mí, pero sus labios pasaron de largo de los míos. Se posaron suavemente sobre mi cuello y besaron la piel que cubría mis venas. Escapó de mí un delirante gemido y una tentadora sensación de calor se apoderó de mí.
La mano que con tanta delicadeza me había acariciado hasta entonces cambió de repente y me sujetó la muñeca con fuerza. No me importó en absoluto. Jamás me habría resistido a él, me hiciese lo que me hiciese. Acogería siempre de buen grado cualquier contacto.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora