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Fue peor que un sermón.

Chan se sentó en el sofá; Minho en el suelo, a su lado, descansando la cabeza en su rodilla y Chan le acaricio con un gesto reflejo.

Félix se había estirado en minotti con Bokie a sus pies.

Seungmin permanecía de pie a un lado, jugueteando con las cortinas. Su piel relucía aún más bajo las luces del salón. Seguía pareciéndose a mi hermano, claro está, pero con el aspecto que habría tenido de aquí a unos años de haber hecho más deporte y haber ido a un buen peluquero.

Me costó un montón no quedarme mirándolo fijamente cuando entré en la habitación, pero hubo algo que me distrajo.

Estaban todos colocados alrededor de mí como si aquello fuera un acto de mediación. Félix enderezó la espalda en cuanto me vio llegar. Tomé asiento en un sillón y esperé a que descargaran contra mí lo que tuvieran que descargar.

—Y bien —dije, viendo que nadie parecía dispuesto a tomar la palabra—. ¿Qué sucede?

—Me he enterado de que anoche tuviste visita —dijo Chan; su acento cantarín dejaba entrever cierta insatisfacción.

Seungmin se sonrojó avergonzado. Continuó jugueteando con la cortina y estuvo a punto de tirarla al suelo. Se ruborizó más si cabía y murmuró una disculpa a la que Minho restó importancia con un ademán.

Los movimientos de Seungmin eran torpemente gráciles. Me fijé en la extraña elegancia con la que sus largos dedos lo cogían todo, pero me di cuenta también de que no sabía cómo controlarlos ni dominaba en absoluto su fuerza.

Se apartó un poco de las cortinas y con ello estuvo a punto de tropezar con una silla, aunque se recuperó con una facilidad pasmosa. Decidió entonces dejar de moverse de un lado a otro y acabó sentándose.

—La buena noticia es que todo es perfectamente normal —anunció Chan, mirando a Seungmin con una desconcertante sonrisa.

—Simplemente estás aprendiendo a moverte, cariño —dijo Minho para tranquilizarlo—. Todos hemos pasado por eso.

—No todos —susurré, casi para mis adentros, y Félix me lanzó una mirada contrariada.

—¡Es que todo es muy raro! —se lamentó Seungmin.

Hizo entonces el gesto de recostarse en la silla y estuvo en un tris de volcarla.

Se mofó de sí mismo y, por debajo de sus perfectas y recién estrenadas facciones, creí ver al chico frustrado que había sido siempre.
Cada vez que se enfrentaba a un problema que era incapaz de resolver, fruncía el ceño y perdía su mirada en el infinito. Verlo adoptar la misma expresión me tranquilizó.

—Como bien ves, podría decirse que el cambio de Seungmin ha ido sobre ruedas —me explicó Chan—. Ha tenido poquísimos problemas y su capacidad de autocontrol es buena.

—¡Pero si jamás en mi vida había controlado tan poco! —dijo Seungmin en plan de broma.

—Recuperarás todo tu control, y muchísimo más —le explicó Minho—. Tendrías que haber visto a Félix después del cambio. Era un caos.

—Todo el mundo va un poco descontrolado al principio —dijo Chan—. Y es precisamente por eso por lo que anoche no deberías haber entrado en la habitación donde duerme Changbin.

—¡Lo siento! —Por el modo en que lo dijo, comprendí que ya se había disculpado como mínimo un cientos de veces.

—Todo ha terminado bien —dije, restando importancia a la preocupación de Chan—. En realidad no ha sido gran cosa.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora