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Cuando aterrizamos en Seúl, Chan había recuperado más o menos su aspecto habitual. Una versión muy apagada de él, claro está, pero como mínimo hablaba y caminaba sin mostrar ninguna mueca de dolor. Había estado tan preocupado por él, que se me había pasado por completo enviar un mensaje para anunciar que habíamos regresado. Cogimos un taxi y decidimos que, a aquellas alturas, lo mejor era darles a todos una sorpresa con nuestra llegada a casa.

Sentí el corazón tenso en cuanto el avión aterrizó. Después de días y días de padecer una sensación amortiguada de dolor provocada por la distancia, mi corazón gritaba de placer, consciente de la proximidad de Félix. Salté del taxi en cuanto se detuvo enfrente de casa.

Corrí hacia la puerta y allí apareció Félix doblando la esquina de la entrada, con los ojos azules abiertos de par en par. Estalló en una gigantesca sonrisa, me lancé a sus brazos y enlacé las manos por detrás de su cuello.

Sentí su corazón latiendo a través de mi pecho y establecí la conexión que tan dolorosamente había echado de menos. Por vez primera en lo que me parecía una eternidad volvía a sentirme completo y feliz. Cerré los ojos para contener mis lágrimas de felicidad, deseoso de poder permanecer así para siempre.
De pronto noté una tensión en la musculatura de Félix y comprendí que Hyunjin acababa de entrar en casa. Oía como hablaban Minho y Chan, pero Hyunjin no decía una sola palabra.

Ni siquiera la proximidad de Hyunjin era suficiente. Quería llenar a Félix de besos y... y, bueno, mucho más que eso. Pero no me quedaba otro remedio que soltarlo y comportarme delante de la gente. Abrí los ojos y, al mirar por encima del hombro de Félix, descubrí un nuevo problema. De pie, detrás de Félix, estaba mi hermano Seungmin junto a un niño al que no había visto jamás y que nos observaba con curiosidad.

Y he utilizado el término «niño» sin excesivo rigor. Parecía mayor que yo, su pelo negro le cubría la frente y su piel tenía un tono oliváceo. Era más bajito incluso que Seungmin cuando aún era humano, y tenía los brazos completamente tatuados; además, también se le vislumbraban tatuajes en la zona del pecho, visibles gracias a su camiseta con cuello de pico, tenía unas mejillas llenitas que se me hacía fácil compararlo a una ardilla. Si la emoción del reencuentro con Félix no me hubiera distraído, me habría percatado antes de su presencia.

Sus venas latían con sangre caliente, sangre «humana». Con demora caí en la cuenta de que hacía mucho que no comía. El tiempo que había pasado últimamente rodeado de gente me había permitido mejorar mi autocontrol, pero no estaba acostumbrado a tenerlo en mi propia casa.

—¿Y el quién es? —pregunté, soltando por fin a Félix y permitiendo que me depositara en el suelo. Seungmin se colocó de manera protectora delante de aquel niño, un gesto que prendió una mecha en mi interior.

—Es Jisung. —Félix me dejó en el suelo pero siguió enlazándome por la cintura, y dudo que lo hiciera simplemente porque me echaba de menos. La tensión que emanaba Hyunjin, junto mi confusa reacción ante el tal Jisung, desestabilizaron el ambiente de la estancia—. Te hablé de él por teléfono. ¿No lo recuerdas?

—No me dijiste que era humano —dije, aspirando hondo y cruzándome de brazos.

—Tú también eras humano hace unas semanas —dijo Seungmin, poniendo los ojos en blanco.

Jisung asomó la cabeza por el lado de Seungmin y comprendí que lo que me ofendía de tal manera no era el hecho de que fuese de otra especie. Era la primera vez que Seungmin traía un chico a casa. Y, además, lo había hecho durante mi ausencia, era mayor que él y estaba lleno de tatuajes.

—La verdad es que poco he podido contarte, ya que no respondías ni a mis llamadas ni a mis mensajes —observó Félix con frialdad, mirando de reojo a Hyunjin.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora