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Noté una sacudida y jadeé para tratar de respirar. De repente, sentía mi cuerpo frío y solo. Félix había dejado de morderme y, aunque todavía seguía encima de mí, la separación de su sangre de la mía, de su corazón del mío, había sido espantosa.

—Oh, Dios mío —dijo Félix, esforzándose por recuperar el ritmo de su respiración. Tenía la cara enterrada en mi cabello, y su cuerpo se estremecía—. ¿Estás bien?

—Sí —murmuré medio dormido—. ¿Lo preguntas en broma? Ha sido... asombroso.

—No puedo creer que haya hecho lo que acabo de hacer... —Negó con la cabeza y se apartó de encima de mí para tumbarse en la cama.

—No, Félix, ha sido... —No encontraba palabras para expresarlo. Hice acopio de todas mis fuerzas para recostarme de lado y apoyar la cabeza sobre su pecho. Dubitativo, Félix me abrazó y me atrajo hacia él.

—Ha sido malo. En estos momentos nos da la impresión de que ha merecido la pena, y mucho, pero ha sido malo, no lo dudes —susurró con voz ronca. Por vez primera, noté que su corazón latía fuerte y a toda velocidad. No tan fuerte ni tan rápido como el mío, pero de un modo mucho más humano.

—No, no. Lo que no me gusta es que se haya acabado. Jamás había sentido nada igual.

—Tampoco yo —dijo Félix—. ¿Qué vamos a hacer?

—Yo voy a dormirme... —Me sentía más débil que nunca—. Y tú te quedarás a mi lado. Aun teniéndote tan cerca, me siento lejos de ti. Creo que no lo soportaría si te fueras más lejos.

Se movió y noté el edredón por encima de mí. Me había tapado y se puso de lado para poder mirarme. Acerqué la cara a su pecho y me abrazó. Era como estar arropado en el interior de un capullo, y me quedé dormido.

Lo que vino después fue más bien un corolario.

Estaba deliciosamente inconsciente, más de lo que lo había estado nunca, y Félix abandonó la cama incluso antes de que me diera cuenta de ello. Noté la cama vacía y, cuando me acurruqué buscándolo, lo único que encontré fue la blandura de la almohada.

Un pesado agotamiento se apoderó de mí, como si estuviese durmiendo bajo una manta empapada, pero oía un débil movimiento en la habitación y lo único que deseaba era tener a Félix a mi lado.

La lamparita estaba todavía encendida y pestañeé hasta que mis ojos se adaptaron a la luz. Traté entonces de levantar la cabeza, pero carecía de fuerzas incluso para eso. Armándome de valor, conseguí volverme hasta quedarme boca arriba en la cama.

Félix deambulaba por el dormitorio, pero cuando vio que me despertaba, se detuvo a los pies de la cama y se quedó mirándome. Estaba de brazos cruzados y vi que tenía los ojos húmedos.

—Por eso fue que Hyunjin intentó enviarte lejos de aquí —susurró para sus adentros, y tragó saliva.

—¿Qué? —Apenas tenía voz y necesité de todas mis fuerzas para decir lo siguiente—: ¿Félix? ¿Qué haces? Vuelve a la cama. —Le indiqué con unos golpecitos el lugar vacío que había dejado a mi lado, confiando en persuadirlo para que volviera conmigo.

—¡No puedo acostarme a tu lado! —insistió Félix con rabia—. Ni siquiera debería haber compartido habitación contigo. Es evidente que no puedo estar nunca más a tu lado.

—No, Félix. —El miedo me proporcionó un poco de energía y me esforcé en sentarme en la cama. Tenía la cabeza ocupada por una espesa neblina y albergaba aún la sensación de su corazón latiendo al ritmo del mío—. Félix, por favor. ¿No podemos dormir? Ya hablaremos de todo esto más tarde. Pero ahora... ¿no puedes..., no puedes... simplemente abrazarme?

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora