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Como Seungmin siempre obtenía matrículas de honor, no resultaba descabellado pensar que le hubiesen ofrecido una beca para un lujoso internado. Y tampoco me habría parecido tan raro que no se lo hubiese mencionado a nuestra madre. Con sus horarios laborales, apenas se veían.

Chan imprimió los documentos necesarios para acreditar que Seungmin empezaría a cursar sus estudios en el colegio privado de enseñanza secundaria Chester Arthur, en las afueras de Albany, estado de Nueva York. El inicio del semestre estaba programado para una semana después y se recomendaba a los alumnos que llegaran con una semana de antelación para aclimatarse al colegio.

O, como mínimo, eso era lo que decía la carta.

Y todo ello acompañado de un sofisticado relato. Seungmin se pasó la tarde entera ensayándolo con Chan y con Minho.

Félix había hecho lo posible por animarme, pero era inútil. A medida que iban pasando las horas, estaba más nervioso e inquieto pensando en el tipo de vida que me veía obligado a retomar.

Seungmin llamó por teléfono a nuestra madre y acordó una hora para reunirse con ella y comentárselo todo. Minho me ayudó a recoger mis cosas y no dejó de hablar en ningún momento sobre lo divertido que sería todo a partir de ahora con la nueva organización. Sus razones se basaban en su práctica totalidad en la frase «la ausencia fomenta el cariño» y yo me limité a asentir, como si me creyese todo lo que me contaba.

Cuando acabé de cargar mi maleta en el Jetta de Minho, fui a la puerta del garaje y allí me quedé esperando. Félix estaba a mi lado, jugueteando con las llaves. Esperábamos a Seungmin, y puesto que él no tenía que hacer la maleta, no comprendía por qué estaba tardando tanto.

—Pero ¿qué está haciendo? —pregunté, tirando de mi camiseta. Si tenía que irme quería hacerlo rápido y acabar de una vez por todas con el asunto.

—Bajará en seguida. —Félix se rascó la nuca y miró hacia otro lado; un claro síntoma de que había algo que no quería contarme.

—¿Por qué? —le pregunté—. ¿Qué está haciendo?

—Está comiendo. —Se quedó mirándome e hizo un gesto de indiferencia—. Es la primera vez que sale a un mundo lleno de gente. Es mejor que no esté hambriento.

—¿Y tú también necesitas comer?

—No. Estoy bien. Gracias, de todos modos, por tu interés. —Me examinó de arriba abajo en busca de un indicio de repugnancia o de miedo, pero viendo que no encontraba nada, apartó la vista.

—¿Acaso podría comerse a mi madre? —Corría verdadero riesgo de vomitar cada vez que pensaba en Seungmin bebiendo sangre, pero, por lo visto, conseguía disimularlo muy bien.

—Es por eso que está comiendo —dijo Félix—. Lo que queremos es evitar que pueda producirse tal situación.

—Fantástico —dije con un suspiro.

—Estaré presente a modo de guardaespaldas. —Hizo una demostración de músculos para dejar claro que estaba en forma para desempeñar ese trabajo y me sonrió—. Todo irá bien.

—Lo sé —dije con tristeza—. Siempre va todo bien. Estupendo. Magnífico. Bien.

—¡Ya está casi listo! —declaró Minho, interrumpiendo la mirada de preocupación que acababa de lanzarme Félix. Minho cambió de cara al verme—. Oh, Changbin, me das muchísima lástima.

—Lo siento. —Intenté esbozar una sonrisa cuando posó las manos sobre mis brazos.

—Volverás; lo sabes, ¿verdad? —Tenía los ojos brillantes de lágrimas y me sentí un poco mejor al comprobar que verme marchar lo entristecía. Al menos, alguien me echaría de menos—. No estamos prohibiéndote que vengas a casa.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora