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Mi transformación de ser humano a vampiro había sido tan brutal que no existen palabras para describir el proceso.

Mi cuerpo murió y se devoró a sí mismo. Mis órganos se revolvieron, y tuve la sensación de que decenas de serpientes se retorcían en mi interior para ocupar el lugar de mis intestinos. Pasé horas y horas vomitando. Quedé inmerso en un permanente estado de delirio febril. Me dolían todas las células del cuerpo. Incluso tocarme el pelo me provocaba un dolor mortificante.
No fue hasta que bebí sangre por primera vez, sangre fría del interior de una bolsa, que todo empezó a mejorar. El dolor amainó entonces y el placer ocupó su lugar.

Mis sentidos se intensificaron y todo me parecía increíblemente maravilloso. Percibía más colores, sabores y texturas de los que jamás habría imaginado.
Advertía la presencia de Félix en cuanto entraba en la habitación, pero no era como antes. Mi corazón detectaba la distancia exacta a la que se encontraba. E igual que las plantas se tensan en busca del sol, yo me tensaba buscándolo a él.

Mi aspecto había cambiado. Tenía la piel más suave, los ojos más brillantes. Y a pesar de que antes no estaba gordo, una nueva esbeltez y elegancia adornaban mi porte.

En cuanto recuperé del todo la conciencia, sacié mi hambre y el dolor desapareció, quise comprender qué había sucedido durante aquel tiempo. Lo último que recordaba antes de rendirme a la transformación era que había bebido sangre de Félix y que él estaba a punto de pelearse con Hyunjin.
Pero allí estábamos los dos, en la habitación de Félix: él estaba a mi lado y ambos parecíamos estar en perfecto estado.

—¿Qué ha pasado? —le pregunté, a la vez que me esforzaba por sentarme en la cama.

—¿Cuándo? —dijo Félix haciéndose el tonto. Estaba sentado a los pies de la cama, mirándome.

—¿Cómo es que los dos estamos vivos? —le pregunté, y él se echó a reír, lo que me distrajo por completo.

Su risa, que siempre había tenido un gran poder sobre mí, me inundó en una oleada. Era tan milagrosa que me costaba incluso captar su sonido.

—En estos momentos estás sobrecogido —dijo Félix con una sonrisa socarrona.

—Lo estoy... pero no cambies de tema. —Pestañeé en un intento de concentrarme—. ¿Cómo es que estamos vivos? ¿Y Hyunjin? ¿Está...?

Los labios de Félix se redujeron a una fina línea en cuanto me oyó mencionarlo. Tal vez no fuera el nombre en sí, sino mi tono de preocupación, pero dejó a un lado sus sentimientos y decidió que me merecía una explicación.

—No. Está vivo. —Dejó sus palabras flotando en el aire, por lo que esperé a que se explicara un poco más, pero no lo hizo.

—¿Qué? ¿Estás diciendo que están vivos los dos? —le pregunté.

—Rompí el vínculo. —El brillo regresó a sus ojos y una sonrisa sencilla embargó sus facciones, cautivándome—. Cuando bebiste mi sangre, se cortó todo lazo que pudieras tener con Hyunjin. —Debería haberme dado cuenta. Al pensar en Hyunjin, no había sentido aquel dolor físico que solía provocarme ni había notado aquel característico latido en mi corazón. Pese a que su bienestar me preocupaba, lo único que sentía físicamente era una amortiguada ansia de sangre y una irresistible atracción hacia Félix.

—¿Así que ahora... tú y yo estamos vinculados? —pregunté con cautela, temerosa de que fuera demasiado bueno para ser verdad.

Después de todo aquel tiempo intentando encontrar una solución, intentando solventar el tema de Hyunjin, me parecía casi imposible que todo se hubiera arreglado mientras yo permanecía dormido.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora