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Jeongin cerró las puertas con seguro. Me deslicé por el asiento hasta apoyar la espalda contra la ventanilla opuesta a aquella a través de la cual Minhyuk se había quedado mirándonos. Jeongin se acercó a mí, y cuando Minhyuk empezó a aporrear la ventanilla con las palmas de las manos, ambos nos asustamos.

Estábamos al borde de la histeria; si Minhyuk continuaba golpeando el cristal con su fuerza sobrehumana, tardaría muy poco en romperlo y tenernos al alcance de la mano.

Seungmin lo apartó de la ventanilla de un golpe y me fijé en que el coche aparcado junto al nuestro tenía una abolladura. No se veía a I.m por ningún lado, pero Seungmin tenía el torso lleno de arañazos. Dio unos golpes en la ventanilla para que quitáramos el seguro, y Jeongin se inclinó para hacerlo.

Seungmin abrió la puerta del coche y Minhyuk se abalanzó sobre él. Le mordió el cuello con sus afilados incisivos. Seungmin lo apartó de un empujón y Minhyuk cayó dando metros en el suelo. Mi hermano ocupó acto seguido el asiento del conductor y cerró de nuevo las puertas con seguro. Tenía sangre en el cuello y me dio la impresión de que ni siquiera se había dado cuenta de ello.

—¡Estás sangrando! —dijo Jeongin, sofocando un grito.

—Dame las llaves —dijo Seungmin, a la vez que le tendía la mano.
Minhyuk se lanzó contra el parabrisas y aporreó el cristal con los puños. Me miró fijamente con sus enloquecidos ojos morados y me enseñó los dientes con toda su intención.

—¡Sácanos de aquí! —gritó Jeongin en cuanto le hubo pasado las llaves a mi hermano.

Seungmin puso el coche en marcha y salió de allí como un rayo. Minhyuk salió proyectado contra el suelo y no tengo ni idea de dónde aterrizó. El coche salió del aparcamiento con un rechinar de neumáticos, obviando el tráfico; todo el mundo fue abriéndonos paso hasta que por fin nos adentramos en la noche.

No íbamos en dirección a casa, ni hacia la de Seungmin ni hacia la mía, pero, por el modo en que miraba constantemente por el retrovisor, adiviné que sus motivos tendría para haber elegido aquel trayecto.

Enfilamos la carretera a toda velocidad y Jeongin debió de sentirse lo bastante seguro como para separarse de mí. Yo seguía pegado a la puerta. Echó un vistazo a mi playera rota, sin preguntármelo siquiera, me arrancó la mitad. Hizo una bola con la tela y taponó con la tela la herida que Seungmin tenía en el cuello. Mi hermano se apartó al sentir el contacto.

—Solo pretendo detener la hemorragia para que no mueras desangrado —dijo Jeongin, dolido.

—Estoy bien —le soltó Seungmin, clavando de nuevo la vista en el retrovisor.

—¿Nos siguen? —le pregunté.

—No lo sé. No lo veo, pero no logro imaginarme que se dé por vencido. —Sus palabras eran más ciertas de lo que me gustaría y tuve que tragar saliva para no vomitar.

—Pero ¿qué pasa? —preguntó Jeongin. Seguía con la cabeza asomada entre los dos asientos delanteros y presionando el trapo contra el cuello de Seungmin.

—Es complicado de explicar —dije.

Me hundí en el asiento para que no pudieran verme desde el exterior, aunque estaba seguro de que I.m había tomado buena nota del coche. Y en el caso de que no lo hubiera hecho, podía identificar perfectamente a Seungmin conduciendo.

Rasgué un pedazo más de mi playera para presionarlo sobre la herida de mi rodilla y los arañazos que me había dejado Minhyuk, intentando evitar que el olor a sangre inundara el coche. Me habría gustado bajar la ventanilla, pero me aterrorizaba la posibilidad de que pudiera entrar cualquier cosa por ella.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora