Seungmin tenía un nuevo deseo sexual y le apetecía alardear de ello. Había pasado toda su vida reprimido sexualmente y siendo un chico torpe, por lo que tenía, en consecuencia, diversos asuntos pendientes que solucionar. Y el lugar más lógico donde hacerlo era en una discoteca de gays de Hanjingu Avenue.
La idea de visitar a un local situado a escasas manzanas del club de los vampiros no era muy seductora, pero, tratándose de una discoteca de humanos, imaginé que no correría riesgos. Disfrutaba, además, de la compañía de Seungmin, que, en caso necesario, sería mi guardaespaldas.
Esperamos a Jeongin en la entrada, pues lo más probable era que no lo dejaran pasar si no iba acompañado de Seungmin. Yo no tenía ningún carnet de identidad falso, pero tampoco lo necesitaría, pues no había portero capaz de resistirse a los encantos de Seungmin. Gracias a mis salidas con Félix, había llegado a la conclusión de que el que es atractivo de verdad se sale siempre con la suya.
Aparcamos el coche en el garaje que había al lado del club. Costaba veinticinco dólares, pero Seungmin disponía ahora de su propia cuenta de gastos y el dinero le traía sin cuidado.
De camino al Salón, varios chicos muy atractivos (y otros muchos no tan atractivos) saludaron a Seungmin con una sonrisa al pasar junto a nosotros. Seungmin se dio cuenta y se ruborizó.
El pasotismo de Félix cuando los demás lo miraban me ponía de los nervios. En cierto sentido, debería parecerme cariñoso y romántico que no se fijara en nadie, excepto en mí, pero no era así. Yo me daba cuenta de que todo el mundo lo miraba y lo que me habría gustado era que Félix los mandara a todos a la mierda porque estaba conmigo.
Jeongin apareció al cabo de un cuarto de hora. Yo estaba sentado en la barandilla de metal, representando mi papel de cómplice invisible de Seungmin. Estaba tan ensimismado en mi mundo, que no me habría percatado de la presencia de Jeongin de no ser por el ruido seco que hizo al llegar.
-¡Seungmin! -exclamó, casi sin aliento.
Se había parado en medio de la calle, literalmente, y miraba boquiabierto a mi hermano. Hizo un gesto de incredulidad con la cabeza y pestañeó. Seungmin se echó a reír, incómodo.
-Me parece que tendrías que apartarte del centro de la calle, Jeongin -dije cuando vi que un taxi doblaba la esquina y avanzaba hacia el. Pero el no se movió hasta que el taxista tocó el claxon. Se apartó entonces y avanzó tranquilamente hacia nosotros.
-Seo Seungmin, ver para creer -dijo Jeongin, sonriéndole. Me pregunté quién hablaba hoy en día de esa manera-. Ay, por Dios, lo que has crecido.
-¿Estás acaso sirviendo de médium para el espíritu de alguna estrella de los cincuenta? -le pregunté, refiriéndome a su novedosa manera de coquetear.
-Qué va. -Jeongin soltó su típica risa de ligar y puso los ojos en blanco-. No puedo creer que seas tú.
-He dado un estirón -dijo tímidamente Seungmin.
En pocas semanas había crecido diez centímetros, su piel se había vuelto de porcelana y había pasado de ser un niño con carita de bebé mofletudo a parecer un modelo de Calvin Klein. Pero sí, podría decirse que un estirón resumía su cambio.
-Eso, un estirón -repetí al ver que Jeongin no podía dejar de mirarlo.
-Mmm -ronroneó Jeongin, dando a entender con ello que estaba de acuerdo-. Ojalá alguien me lo hubiera comentado antes.
-Tiene todavía dieciocho años, Jeongin.
Tal y como Seungmin había dicho, sus dieciocho años eran ahora completamente distintos, pero a pesar de su atractiva parafernalia, continuaba siendo mi hermano pequeño. Mi ingenuo e inocente hermano pequeño, que no necesitaba para nada que la guarra de Jeongin lo mirase de aquella manera. No era culpa suya sentirse tan atraído por él, pero, aun así, me daba nervios. Muchos.
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Latido² || [Lixbin]
Teen Fiction[ʟɪʙʀᴏ ⅖]❈ Tras la marcha de Hyunjin, Changbin está más unido que nunca a Félix. Tanto el como su hermano Seungmin pasan un idílico verano en casa de sus amigos. Sólo que el hermano de Changbin no sabe que lo son, hasta que un acontecimiento inesper...