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El hotel era un cruce entre un establecimiento de la cadena Holiday Inn y una cabaña de caza, con chimeneas y cornamentas colgadas de la pared, pero con todo y con eso, el escenario me sorprendió agradablemente. Tras el último vuelo, alquilamos un coche, realizamos un breve trayecto en el transcurso del cual nos detuvimos en un banco de sangre local para recoger provisiones, y llegamos al hotel.

La habitación tenía suelos de madera y el aspecto agradable y genérico de cualquier hotel. Había acceso a Internet y televisión y, a tenor de la cantidad de coches que vi en el aparcamiento, estaba relativamente concurrido. Chan se dedicó a deshacer su maleta y yo me limité a dejar la mia sobre una de las camas. Me pedí la de matrimonio, junto a la ventana.

—Voy a ducharme —dijo Chan. Cogió una muda de ropa y una toalla—. Después descansaremos un poco y mañana saldremos en busca de Hyunjin.

—¿De verdad podemos perder tanto tiempo? —intenté preguntar, sin la mínima intención de acusar a Chan de nada. Habíamos partido con tantas prisas que no estaba del todo seguro de hasta qué punto era inminente el peligro al que nos disponíamos a enfrentarnos.

—Tenemos que descansar, si no, no podré ayudar a Hyunjin. —Se encogió de hombros, como si no hubiera otra alternativa.

En cuanto entró en el baño y oí correr el agua de la ducha, me puse un pijama. La sensación fue estupenda después de haber pasado cerca de veinte horas embutido en unos jeans.

Aunque lo cierto era que, dadas las circunstancias, no me sentía demasiado dispuesto a quedarme dormido. Había dormido mientras atravesábamos el continente y, por la diferencia horaria, acabaría de levantarme en Seúl. Además, Chan me había puesto como una moto al darme la noticia de que en realidad íbamos en busca de unos vampiros que se comportaban como lobos.
Saqué mi teléfono y me sorprendió ver que tenía cobertura (supongo que subconscientemente había pensado que Finlandia estaba en la Edad de Piedra).

Crucé los dedos, me senté en la cama y confié en que Félix estuviese despierto. Nunca habíamos pasado tanto tiempo separados desde que me convirtiera en vampiro y la situación me resultaba muy rara. Era como si los elementos químicos de mi organismo estuvieran descompensados sin su presencia.

—¿Hola? —Félix respondió al teléfono muy alterado—. ¿Changbin? ¿Estás bien? ¿Va todo bien?

—Sí, sí, estoy bien. —Los ojos se me llenaron de lágrimas completamente irracionales. Lo echaba de menos de una forma estúpida—. Acabamos de llegar al hotel. Te llamaba para decirte que hemos llegado bien.

—Estupendo. Estupendo. —Sonaba sinceramente aliviado, pero me di cuenta de que no se relajaba—. ¿Qué tal el vuelo?

—Me he pasado la mayor parte del tiempo durmiendo —dije—. Es la primera vez que abandono el Medio Este y me fastidia. He estado en Finlandia y no he visto nada. Y apenas he podido siquiera ver Helsinki cuando hemos llegado.

—¡¿Están en Finlandia?! —vociferó Félix, y comprendí que tal vez había hablado demasiado—. ¿Es allí donde tiene Hyunjin tantos problemas con los vampiros?

—Hum... —Me agité en la cama, tratando de encontrar qué podía decirle.
—En realidad no son vampiros, ¿verdad? Se trata de licanos. —Suspiró al ver que yo no respondía y apartó el teléfono para gritar—: ¡Minho! ¡Minho!

—¿Por qué llamas a Minho?

—Porque..., porque si supiera lo que están haciendo...

—¿Qué? —dije, interrumpiéndolo—. ¿Qué haría?

Murmuró algo casi para sus adentros y no continuó. En el caso de que Minho hubiera estado al corriente de aquello antes de nuestra partida, habría intentado quitarle a Chan la idea de la cabeza. Ese era el motivo por el que Chan no le había contado a nadie adónde íbamos. Había tomado una decisión y no quería perder tiempo peleando por ello.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora