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Me imaginé lo peor. Como que Seungmin se había vuelto loco y lo había destrozado todo, o que Minho sufría algún tipo de cáncer vampírico, o cualquier otra cosa de ese calibre.

«¿Qué pasa? ¿Va todo bien?», le escribí a Félix.

«Nada. Todo va estupendo. Solo que quiero tenerte aquí lo antes posible», me respondió él casi al instante.

«¿Por qué? ¿Ha pasado algo?», le respondí, sentándome en la cama.

El sol no se había puesto aún del todo y entre las cortinas se filtraba una luz rojiza. Félix se había levantado temprano, al menos para él. Algo debía de haberlo despertado y me quería allí. Mi cabeza empezó a cavilar, pensando en qué podría haber sido.

Hyunjin. Tenía que ser Hyunjin. Hyunjin había vuelto.

Félix no me había respondido todavía, de modo que me levanté y revolví la habitación en busca de algo que ponerme. Quería estar guapo por si acaso Hyunjin estaba de vuelta. Técnicamente, era mi prometido. Más o menos. Creo. No sé. Que idiota soy.

La verdad era que no comprendía en absoluto el aspecto biológico de los vampiros, y mucho menos a Hyunjin.
Había descartado ya tres playeras cuando el teléfono empezó a sonar. Pero esta vez no era un mensaje, sino una llamada. El corazón me dio un vuelco.

—¿Félix? ¿Qué sucede? —le pregunté, cogiendo el teléfono casi sin aliento.

—Me parece que estás entusiasmado—dijo riendo. Yo estaba con medio infarto encima y él riéndose a carcajadas.

—¿Dónde está la gracia? —pregunté, aunque oírlo reír de aquel modo me calmó un poco los nervios.

—¡No seas paranoico! —dijo Félix, sin parar de reír—. Seungmin me ha asegurado que si te enviaba un mensaje pidiéndote que contactaras conmigo sin darte más explicaciones, lo matarías. —Oí a Seungmin hablando en el fondo y Félix rio aún con más ganas—. Aunque me parece que ahora se ha cabreado.

—Entendido —dije.

—Lo siento —replicó, sofocando la risa—. Hemos planificado una gran noche de diversión y quería que estuvieses aquí para prepararte.

—¿Una gran noche de diversión?

—Sí. Vamos a salir —dijo con picardía.

—¿Salir? —repetí como un eco.

Había pasado más de un mes desde la última vez que Félix y yo salimos juntos a algún sitio. Habíamos ido a Lotte World, el parque de atracciones de Seúl. Y aunque cuando llegamos eran casi las diez de la noche, el parque estaba abarrotado.

Pero apenas hicimos cola para subir en ninguna atracción. Todo el mundo dejaba pasar a Félix, y a mí con él, claro está.

Tal vez así explicado suene maravilloso, pero después de que aquella tipeja vestida tan solo con la parte superior de un biquini y unos escuetos shorts intentara robarme el asiento al lado de Félix en la montaña rusa, me puse como un histérico y declaré que nunca jamás volvería a acudir con él a un lugar público.

—No te pongas nervioso, que no será como en Lotte World. Te lo prometo —dijo Félix.

—De acuerdo —dije, pues era lo único que en realidad podía decir.

—Estupendo. Te recojo en diez minutos.

—¡No, espera! ¡Todavía estoy en pijama! —No llevaba más que unos pantalones cortos y mi torso desnudo.

—Minho tendrá ropa para ti. Ya te arreglarás aquí. Confía en mí —insistió Félix con malicia—. Mejor así.

—¿De qué va todo esto? —pregunté, desconcertado por completo.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora