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Los oí discutir en cuanto salí de la habitación. No gritaban, pero tampoco se esforzaban por no subir la voz. Deseaba bajar corriendo para dar la bienvenida a Félix, pero decidí esperar en lo alto de la escalera, escuchando furtivamente lo que decían.

—¡Oh, vamos, Félix! —decía Hyunjin, frustrado—. ¡Yo no te he robado la almohada!

—¡Cuánto a que sí! —insistió Félix—. Has estado ligando con la azafata y la has embaucado para que te diera la última almohada de todo el avión, que por casualidad era la mía.

—Aun en el caso de que eso fuera cierto, yo no sabía que era la última almohada. Y ella no debería habérmela dado si era tu almohada —dijo Hyunjin—. Y creo que prefiero el término «tripulante de cabina».

—O quizá, solo quizá, podría habérsete ocurrido darme esa almohada cuando te diste cuenta de lo que la azafata había hecho —dijo Félix, ignorando a Hyunjin—. Quizá fuera una azafata malísima, pero ya has visto lo que ha pasado. Por una vez en la vida, podrías haber actuado correctamente.

—¿Por qué? Yo quería una almohada, y tuve mi almohada. No vi que llevara tu nombre escrito por ningún lado. ¿Por qué habría tenido que dártela? —preguntó Hyunjin—. ¿O acaso eres el único que puede tomar cosas?

—¡Yo no tome nada! —le espetó Félix—. Tenía una manta pero no tenía almohada. ¿Qué querías que tomara?

—No lo sé, Félix. ¿Qué crees tú que has tomado que no te pertenecía? —respondió Hyunjin con frialdad, y oí como los corazones de ambos se aceleraban.

—¿Quieren parar ya de una vez, chicos? —pidió Chan con cautela. Por el sonido me pareció que estaban al pie de la escalera, en la cocina tal vez, y que Chan pasaba por su lado de camino a su habitación—. Los demás duermen y estoy harto de oírlos discutir por la maldita almohada.

—No discutimos por la maldita almohada —dijo Hyunjin.

—¿Y por qué no me cuentas de qué va en realidad todo esto? —preguntó Félix, por más que lo sabía perfectamente. Yo lo había intuido también, y empezaba a ponerme nervioso.

—Entiendo que andan metidos en algún tipo de... riña, pero tengan muy claro que si alguno de los dos despierta a Minho o lo perturba de alguna manera, lo matare y aventare sus cuerpos al lago. ¿Ha quedado claro? —los avisó Chan.

Se produjo un instante de silencio y entonces oí los pasos de Chan, que avanzaba por el pasillo camino de su habitación. Félix y Hyunjin esperaron a que cerrara la puerta antes de ponerse a hablar de nuevo.

—Eres un estúpido —dijo Félix cuando Chan se hubo ido.

—¡El estúpido eres tú! —susurró Hyunjin con virulencia.

—¡Yo solo quería una almohada!

—¡Y yo solo quería que lo dejaras tranquilo! —gritó Hyunjin.

El silencio podía cortarse con un cuchillo y mi corazón apenas latía, lo cual era perfecto, pues no quería que se enterasen de que estaba escuchándolos. Pensé que quizá hiciera bien en interrumpirlos e impidiendo que hicieran lo que fueran a hacer, pero me pareció que tenían que acabar de una vez por todas con aquel lío. En realidad, no habían hablado aún de todo lo ocurrido y debían de tener un montón de cosas reprimidas.

—Pero no lo hice. Y ahora ¿qué quieres que le haga? —Me di cuenta de que, a pesar de que Félix intentaba mantener su tono de voz inalterable, estaba nervioso—. ¿No estamos en paz desde que me robaste esa jodida almohada?

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora