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Me agaché para recoger las piezas del ajedrez, pero Seungmin me apartó las manos.

—Ya las recojo yo —dijo, quitándome de las manos los peones—. Tú ocúpate de que sigan diciendo tonterías sobre ti.

—Changbin. —La expresión de Félix era básicamente de perplejidad, pero su respiración se había vuelto trabajosa.

Una parte de mí seguía preocupándose por Hyunjin, y no porque fuera algo arraigado en mi ser. Hyunjin no había hecho nada malo, pero su familia lo había condenado al ostracismo y él se sentía angustiado debido a ello... por mi causa.

—No es necesario que vayas, Changbin —dijo Minho, moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Sé que en una pelea mi presencia no serviría de nada, pero tal vez podría hacerlo entrar en razón. Tal vez pueda convencerlo de que no era necesario llegar a este punto —dije.

Minho se volvió hacia Chan, a la espera de que este rebatiera mis argumentos, y creo que ese era el único motivo por el que Félix no había perdido todavía los papeles. Todos esperaban que Chan agradeciera mi ofrecimiento y me dijese que lo mejor era que me quedase en casa.

—Creo que tiene razón —dijo Chan con cautela, y fue entonces cuando todos decidieron enfadarse.

Minho le acarició el brazo e intentó alegar que yo era aún demasiado joven para ir a ningún lado, y mucho menos a una cruzada para salvar a Hyunjin de una misión suicida. Félix se levantó de un brinco, pero parecía incapaz de decidir si estaba enfadado conmigo, con Chan, o quizá con Hyunjin. Seungmin terminó de ordenar las piezas del ajedrez y me arreó una manotazo en el brazo.

—¡Ay! —refunfuñé, frotándome el brazo—. ¿Por qué has hecho eso?

—¡Porque eres un idiota y porque puedo hacerlo! —Siempre había sido un hermano menor sobreprotector, pero por otro lado era también el maduro, el sensato.

Yo sabía que aquello era una estupidez, pero mi corazón se había vuelto loco en el momento en que Chan había explicado que Hyunjin corría peligro. Si algo malo le sucediese, sería por mi culpa. De haber dejado a su familia en paz, tal y como me había suplicado repetidas veces, él no habría tenido que largarse de su casa ni se habría metido en aquel lío.

—Chan, no puedes estar planteándote en serio lo de llevarlo contigo —dijo Félix.

Tenía las manos cerradas en un puño y sus brazos colgaban a ambos lados de su cuerpo; el miedo se reflejaba en su mirada. Le mataba saber que Hyunjin me importaba, aunque fuera solo un poco, y si algo me sucediera, moriría de verdad.

—No dejaré que le pase nada, pero tiene razón: tal vez sea el quien mejor pueda convencer a Hyunjin. —Chan extendió los brazos con las manos abiertas en dirección a Félix, tratando de calmarlo—. Tengo que intentarlo.

—¡Estoy harto de todo esto! —gritó Félix—. ¡Tendría que haberlo matado cuando tuve oportunidad de hacerlo!

—¡Félix! —chilló Minho—. ¡No hables así! ¡No digas eso!

—Me encantaría quedarme y mantener esta discusión contigo, pero tenemos que marcharnos de aquí ahora —retumbó la voz de Chan por encima de las nuestras—. Changbin, si piensas acompañarme, prepara ropa de abrigo. Voy a reservar el vuelo y a preparar los pasaportes. —Dio media vuelta para salir al pasillo y encerrarse en su estudio, dando por terminada la conversación.

—¡Chan! —Félix dio un paso hacia él, pero Minho le impidió seguir.

—Yo hablaré con Chan. Tú ocúpate de el —dijo Minho, haciendo un ademán en dirección a mí.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora