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Me levanté y empecé a removerlo todo para dar con el libro. No estaba en el suelo junto a la mesita y, como había limpiado, no había ropa sucia bajo la cual pudiera haber quedado escondido. Me tumbé en el suelo para mirar debajo de la cama, un espacio que por cierto aún estaba lleno de polvo, pero ni rastro del libro.

El tono de llamada que reconocí como de Seungmin interrumpió mi búsqueda y me olvidé del libro. De rodillas en el suelo, palpé la superficie de la mesita de noche hasta dar con el móvil. Un mensaje de Seungmin no resultaba tan excitante como uno de Félix, pero podía ser que significara el fin del aislamiento.

«Jeongin no para de llamarme. Está borracho», había escrito Seungmin.

«¿Qué?», le respondí, sin saber muy bien qué esperaba que hiciese yo al respecto.

«No puedo hablar con el. Eso solo empeoraría las cosas», respondió Seungmin. Pero aquello seguía sin aclararme qué esperaba de mí.

«Pues no hables con el», le escribí.

«¿Puedes hablar tú con el? Me está haciendo amenazas muy raras».

«¿Como qué?». Mi corazón se detuvo y se aceleró al mismo tiempo. El mensaje no era porque quisiese hablar conmigo. Esperaba que yo lo sacase de aquel enredo y, curiosamente, eso me hacía sentir especial.

«Como "desenmascararnos". No lo sé. ¿Puedes intentar hacerlo entrar en razón?», me escribió Seungmin.

«Veré qué puedo hacer».

Con un suspiro, me rasqué la cabeza para impedir que se me pegara el polvo de debajo de la cama. Me incorporé y me senté en la cama.
Enviarle un mensaje quedaba descartado. Jeongin debía de estar borracho y de fiesta y, a buen seguro, su capacidad para leer y escribir estaría gravemente afectada. Siempre lo estaba, podría decirse, pero combinado con el alcohol, Jeongin podía resultar ilegible.

Mi mejor apuesta era llamarlo e intentar distraerlo el tiempo necesario hasta que perdiera el conocimiento o se enrollara con alguien. No creía que aquello me llevara más de cinco minutos.

—¡¿Qué demonios quieres?! —respondió Jeongin arrastrando las palabras. De fondo se oía música, risas y voces.

—¡Nada, solo quería charlar! —le respondí también gritando, aun sin estar muy seguro de que fuera necesario. Donde el estaba había ruido, en mi casa no.

—¿Están contigo esos chupadores de sangre? Son ellos los que te han mandado que me llames, ¿verdad? —Su voz tenía un matiz nervioso, confuso debido al alcohol. No tenía del todo claro que fuese de desconfianza.

—Ellos no me «mandan» nada. Estoy tranquilamente sentado en el salón de mi casa. Te llamaba para ver qué hacías —dije.

—Sí, claro. —Jeongin soltó una carcajada vacía que sonó como un cacareo—. ¿Estás con Seungmin? Pues dile a tu hermano que no puede dejarme colgado de esta manera. ¡Soy un chico atractivo, lo sabes muy bien! ¡No puedo estar esperándolo eternamente!

—La verdad es que no sé de qué me hablas, pero estate tranquilo que ya le pasaré tu mensaje —dije con un suspiro.

—¿Por qué no me quiere, Changbin? —gritó Jeongin. En el fondo oí a un chico que gritaba que él sí lo quería. Jeongin apartó entonces el teléfono y gritó—: ¡Cierra el pico, estúpido! —Y cuando volvió a hablarme a mí, lo hizo entre sollozos—. ¡No sé qué tengo que hacer para conseguir que me quiera!

—Le gusta alguien más. Y me parece que eso es un obstáculo prácticamente insalvable —le dije con la mayor delicadeza posible, trate de mentirle pero creo que no sirvió pues Seungmin estaba enamorado de Félix, así que no era tanto una mentira.

Latido² || [Lixbin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora