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Ahora.

Un silencio sepulcral cae sobre mis hombros al cerrar la puerta del departamento, conmigo dentro al fin.

Harry acaba de dejarme aquí y se ha dado prisa para volver a su propio piso, no sin antes hacerme repetir una vez más el relato sobre cómo supuestamente vi a alguien parecido a Niall y terminé denunciándolo en vano, cuando en realidad no se trataba de él.

Supuestamente.

Me ha dicho además, que desde ahora elimine todos y cada uno de los mensajes que nos enviemos entre nosotros en cuanto los haya enviado o recibido. Él hará exactamente lo mismo, en función de no levantar ninguna sospecha ni ponernos en riesgo a nosotros mismos. Él se esforzará por ser el puente de comunicación entre Niall y yo, desde que ya no podrá venir a visitarme, ni mucho menos yo a él. Comienzo a preguntarme cuánto tiempo pasará antes de que pueda verlo de nuevo, pero intento dejar esos pensamientos para más tarde.

Aguzo el oído para oír a Tom desde su habitación, o alguna otra parte del departamento, a pesar de lo pequeño que es.

-¿Tom? -llamo despacio, de alguna forma temiendo romper algo más que sólo el silencio si levanto mucho la voz.

Titubeo antes de abrir su puerta, pero el cuarto está vacío.

Vuelvo por el pasillo a la sala y un horrible olor a cigarrillo me conduce hasta la mesita central, donde cuatro colillas aplastadas contra la base del cenicero parecen ser la única evidencia del nerviosismo de aquellos tres hombres que estuvieron aquí hace menos de dos horas, probablemente murmurando entre sí y convirtiendo su ansiedad en humo y cenizas ¿Serán todas las colillas de mi padre? ¿O habrá contagiado su vicio a mi hermano también? Casi no considero a Connor, pues no parece ser la clase de chico que necesite de alguna cosa externa a su cuerpo para mantener la paz en situaciones complicadas. Sigo preguntándome por qué estuvo aquí con ellos, sin embargo.

Me crispo al oír la puerta detrás de mí, y un agotado Tomislav me muestra sus cejas elevadas por la sorpresa al entrar.

-Ah. Ya volviste -dice y cierra la puerta-. Hola. -Lanza sus llaves sobre la mesa de arrimo y se dirige a la cocina.

Con el corazón desbordado de energía, me acerco con cuidado al mostrador, esperando a que comience a bombardearme con preguntas y sermones, y dispuesta a sucumbir ante su curiosidad desesperada. Pero después de beber un vaso de agua en tres grandes tragos, me mira y una sonrisa fantasma le atraviesa el semblante.

-Estaré en mi cuarto -anuncia-. Ah -se detiene antes de dar marcha-. Papá trajo tu auto. Las llaves están sobre tu cama.

Asiento con cautela y frunzo el ceño, extrañada al verlo desaparecer por el pasillo hacia su dormitorio. ¿Qué demonios? Suspiro y tomo asiento en el sofá mostaza. Por más que no esté actuando como había esperado, es un alivio saber que está en paz, al menos por ahora.

El viento se ha vuelto agresivo ahí afuera y las ventanas tiemblan de vez en cuando, rompiendo el precioso silencio que sólo logra acallar mis pensamientos por ratos cortos.

Lleno un vaso con agua y voy a encerrarme en mi habitación. No puedo recordar cuándo fue la última vez que Niall estuvo aquí conmigo, mucho menos si estuvimos discutiendo o abrazándonos aquel día, desde que tengo algunas escenas mezcladas en mi memoria, pero nada de eso detiene a los miles de sentimientos que el sólo acto de tumbarme en mi cama me evoca, ni a mi urgencia por encontrar aunque sea un atisbo de su aroma en la almohada, o al menos algo que engañe a mi mente por un instante, sólo para calmar la enorme ansiedad que comienza a oprimirme el pecho al imaginar que alguien pueda descubrirlo en cualquier momento y lo lleven preso. Todo gracias a mi estúpido arrebato de niña con rabieta.

Tienes una cita (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora