Capítulo 11

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~Encuentros incómodos~

Han pasado varias semanas en donde he estado haciendo y vendiendo mis postres, enseñando a la señora Sofía y ayudando en la tienda.

Sobra decir que estoy muy ocupada, es más trabajo de lo que pensaba, aunque ciertamente llego más temprano a  casa, tengo cuatro  hermanos y eso implica trabajo en casa, si bien mamá se ocupa de los niños y todos tienen deberes asignados, siempre hay algo que hacer en casa.

La señora Sofía se ha sentido mejor o eso me asegura, ya que su semblante aún se ve apagado, su ánimo ha mejorado notablemente pero no es razón para que su familia deje de preocuparse por ella, cada día están más angustiados y no es para menos, el Señor Jeffrey dejará de ayudar a Abel y se dedicará a cuidar de su esposa y hacerle compañía, claro, me ha dicho que  prefiere que una de sus hijas lo haga pero ninguna puede dejar los puestos donde está colaborando, ya que no entra dinero regularmente a la casa.

En cuanto a Caleb, no lo he vuelto a ver, lo cual según la señora Sofía es muy raro ya que Caleb iba regularmente a comer a su casa, aunque tiene mucho que ver el factor de que solo voy tres días a la semana a su casa, pero la señora Sofía no deja de recalcar que no ha vuelto.

La señora Sofía es una persona muy dulce pero muy perspicaz, sabe con qué temas incomodarme, sin embargo la dejo hacerlo sabiendo que eso la anima un poco más, no niego que es muy divertida y tiene un extraordinario sentido del humor.

— ¿Hija ya pusiste la carne fuera de casa? —pregunta mamá mientras mueve algo en la cocina.

—Estoy en ello madre...

Me apresuro para abrir las reses y extenderlas a lo largo de una soga mientras le pongo humo por debajo para ahuyentar las moscas.

—Bien, ¡A desayunar, llegaremos tarde a la iglesia!— exclama mamá y todos nos apresuramos a sentarnos en el comedor.

—Iré a lavarme, ensucié mi atuendo extendiendo las reses. —le digo y ella asiente.

Me lavo rápidamente y me cambio de vestido, aún debo desayunar por lo que si no lo hago rápido mamá va a desesperarse y vaya que eso no es una buena idea.

—Aquí estoy—digo y mi madre me señala dónde está mi desayuno.

Los niños lavan sus manos en la palangana y salen fuera de casa a esperar que yo termine de desayunar, los domingos suelen ser así de presurosos.

Cuando termino y me subo a la carreta junto a mi madre mientras los niños se suben en la parte trasera de la carreta y así estamos listos para irnos.

Minutos más tarde al llegar a la iglesia observo que varias personas están entrando, pero el predicador aún no ha oficiado el servicio, por lo que las personas van llegando y se sientan en los lugares que acostumbran sentarse.

La iglesia es bastante pequeña, tiene un aspecto rústico con varios bancos viejos de madera distribuidos cuidadosamente para aprovechar el espacio, justo delante se encuentra el podium de madera donde el predicador exhorta.

Vollmond Nild es un pueblo muy pequeño y aunque algunos vivan a las afueras nos conocemos, son muy pocas las familias que se quedan en casa los domingos, es costumbre venir a la iglesia a escuchar la predicación, somos un pueblo muy creyente, por lo que es natural que nos encontremos todos aquí.

— ¡Jessia!

Escucho mi nombre así que me volteo rápidamente para identificar de quién se trata, Thiago alza su mano, me saluda y viene hacia mí con una reluciente sonrisa, característico de él.

OlvídameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora