He despertado completamente sola en esta enorme casa. Sin hijos y sin un hombre. Se siente raro pero a la vez muy bien, unos días de soledad no le hacen daño a nadie.
Hoy es jueves, desde el Lunes que no veo Fred y tampoco me ha llamado ni yo a él, está haciendo exactamente lo que le pedí.
Sin exigencias ni explicaciones.Me levanto y como todas las mañanas me visto con mi ropa de gimnasio, preparo mi botella de agua, mi auriculares y un par de toallas pequeñas para el sudor.
Conduzco hasta Central Park y antes de llegar recibo un mensaje de Abat, no padrá venir, ha dicho que más tarde concerá a la familia de Gilbert y se siente muy nerviosa. La pereza me invade, no me gusta correr sola, sin embargo no me quiero regresar a casa y encontrarme con Derek, ayer que despedimos a los niños en el aeropuerto me isinuó que de esta no me salvaría.
Me estremezco tan solo de pensarlo. Y no el mal sentido.El espacio en el que habitualmente me estaciono esta vacío, me metoen el pero en lugar de acomodarme salgo de ahí y sigo conduciendo y cuando menos lo pienso estoy en el hotel donde se hospeda Fred. Me pregunto, que habrá hecho con su apartamento. Le doy las llaves al joven del estacionamineto y me sonríe cómplice, me ruborizo al pensar que se imagina a lo que vengo, no me centro en eso, la gente puede pensar lo que quiera.
Cruzo la recepción y la señorita recepcionita me sonríe igual. No se como actuar, me apena que me reconozca.
Aún es temprano, espero que Fred esté en su habitación. Llamo al ascensor y mientras subo, arreglo un poco mi cabello y pellizco mis mejillas reflejándome en las cromadas paredes del cubículo, no estoy sexy con esta ropa y sin algo de color en mi rostro.
El cubículo se va directo sin hacer escalas, ya no hay nervios, solo curiosidad y excitación.
Camino con paso firme hasta su suite y llamo a su puerta. No tarda demasiado en abrir.
Se queda pasmando al verme, yo boquiebierta, siempre tan elegante y yo en estas fachas.—Ciao, bella, que grata sorpresa —su sonrisa es enorme.
—perdón por interrumpir... debí de llamar antes de venir.
—¿de que hablas? no interrumpes.
—pero tú —lo miro de arriba a bajo— estás tan elagante que...
—solo saldré a desayunar —me interrumpe— me he aburrido de la comida del hotel. ¿Me acompañas?
—¿que? No, no, que pena tu vas muy elegante y mírame a mi... mejor nos vemos en otra ocación. —me dispongo a irme cuando me toma del brazo y me jala a él.
Une sus labios a los míos y me estrecha en sus brazos y sin palabras me dice lo mucho que me ha extrañado.
Me lleva al interior de la suite y con urgencia se desprende de sus finas prendas y de las mías. Esta vez tampoco me lleva a la cama. Cuando estoy completamente desnuda me inclina sobre el sofá, y sin piedad me penetra. Estoy a su entera disposición. Me vuelve hacer suya una vez más....
—Pasa el resto del día conmigo —dice en mi oído con la respración entrecortda y aún dentro de mi besándome el omóplato con delicadeza. Se me eriza cada vello corporal. Tardo un poco en constastar.
—Si, lo sé, no debo pedírtelo, pero hoy tengo que salir a Italia y no sé cuando pueda regresar.
—¿ocurre algo malo? —giro para verlo.
—no, no, es solo problemas con los proveedores y esas cosas, nada que no se pueda resolver. —acaricia el contorno de mi rostro y me da un beso casto.— al menos el desayuno no lo puedes rechazar.
Camina hacia dónde el teléfono y pide servicio a la habitación.
Voy al baño y me pongo uno de los albornoz, esta vez admiro lo elgante y enorme que es el baño, pero no son los pisos, ni el lavamanos ni las paredes lo que llama mi atención, sino la espectacular tinaque hay en el y solo puede venir una cosa a mi mente, nada apropiada por cierto.Me uno nuevamente a él en el salón de estar y el solo viste con un pantalón chándal, miro por la ventana y lo que hay en el cristal me hace ruborizar... puedo ver la huella de mi silueta plasmada en el material transparente, si no fuera mía diría que la mujer que estuvo ahí es realmente sexy, me impresiona la forma que ha dejado, estrechos hombros, cintura ceñida, y la forma de mis nalgas dan el aspecto de un corazón invertido.
—Fred —acalaro mi garganta— la marca de mi cuerpo sigue en el cristal. ¿por qué?
—porque me gusta. —dice sin tantito pudor.
—Si pero... ¿que han de pensar la gente que viene a limpiar...?
—No me importa lo que piensen, es lo único tuyo que has dejado y me gusta recordar esos momentos. He pedido que no limpien los cristales, al menos hasta que me vaya y hoy será el último día que aprecieré esta obra de arte... si pudiera llevarme el cristal lo haría.
No sé si juzgarlo loco o deborarlo a besos.
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Cuando Las Hojas Caen (EDITANDO)
Short Storydespués de 15 años juntos Jade Romanov decide dejar a sus esposo, Derek Romanov un exitoso neurocirujano y de los más prestigiados de Estados Unidos, al descubrir que el le era infiel. Jade al enterarse de las múltiples mentiras e infidelidades actú...