Corrro hacia la salida lo más rápido que puedo, me falta el aliento, sobre paso a quien se atraviese en mi camino, necesito huir pero... ¿por qué huyo?
Llego a la salida y le entrego al hombre del estacionamiento mi ticket para que me trigan mi coche, las palabras de Fred retumban en mi mente.
"ya lo hizo una vez... volverá hacerlo"
"te hizo daño"
"y ¿si no funciona?"
Cierro mis ojos, inhalo profundo... de ptronto todo lo veo más claro.
Al diablo la moral. Al diablo los principios. Al diablo el amor.—Señora, su coche llegó... ¿señora? —chasquea la lengua
—¿Sabe que? olvídelo... aún no me marcho.Entro al restaurant con la misma velocidad que salí ahora se me hace eterno el recorrido de vuelta, el corazón me da un vuelco al ver la mesa vacía, cruzo de un extremo al otro el restaurant para llegar al lobby del hotel.
—Disculpe —le hablo a la recepcionista agitada— ¿me puedes decir en que habitación está hospedado el señor Ferrer? —la mujer me mira como si estuviera loca.
—perdone, no le puedo dar información sobre nuestros huéspedes.
—se lo suplico, además... hace unas semanas uno de ustedes le dieron a él mi número de habitación —la chantajeo— ¿tengo que ser hombre para conseguir lo mismo?
Saco con torpeza de mi modesto bolso de mano una identificación mía y la dejo caer en la fina miadera de la barra de recepción.
La insoecciona sabiendo que eso no la hará decirme nada.
—¿Señora Lane? —reconoce mi nombre, asiento divertida.
—¿promete no decir que fui yo? —alzo una ceja sin decir nada.
—último piso, la suite del lado B —le guiño el ojo y corro al elevador.Dios mío ¿que estoy haciendo? Muerdo mi labio nerviosa mientras asciendo en el cubículo de hierro, el corazón me late desvocado y la sangre galopa furiosa por mis venas.
Esto tarda demasiado.
Al abrirse el elevador vuelvo a correr para llegar a la la suite.
Toco y espero uno segundos.
Quizá no he tocado fuerte.
Vuelvo a intentarlo. Pero nada.— ¿Fred? —vuelvo a tocar— ¿estás ahí?
Espero respuesta pero nada, siento un pinchazo en el corazón.
—escucha, tienes razón... siempre das justo en el clavo —río nerviosa— solo quería decirte que al menos lo pensaré, porque ahora mismo no se lo que estoy haciendo... no se lo que estoy haciendo —susurro. Dejo caer mi cabeza en la puerta pegando mi frente, la fina madera rumba.
Pasa un par de minutos y no escucho actividad alguna en el interior de la suite, he llagado tarde, quizá sea una señal, me resigno a que no abrirá y me alejo derrotada.
Cabizbaja me dirijo al elavador, miro por última vez su puerta antes de desaprecer en el elvador.
Cuando se abre el rostro se me ilumina.—¿Jade? —está confundido, pero no más que yo. —pero... ¿no te habías ido? —me encojo de hombros. Me siento cómo una estúpida por hablarle a la puerta.
—no se lo que hago aquí. —Miro al piso. Sale de ahí.
—pídelo —se acerca mucho a mi sin tocarme— tienes que pedirlo, Jade. —Su voz es muy seductora.
—no sé cómo hacerlo —la mía es apenas audible.
—¿qué es lo que quieres, Jade? —su aliento me derrite la cordura.
—no deseo amor, solo intensos orgasmos —¿acabo de decir eso? Fred ladea la cabeza y esbosa una media sonrisa del lado—y los quiero contigo. —mi caja torácica sube y baja de una manera muy iregular.
Me estira su brazo, titubeante le doy mi mano y sin decir palabras, me guía a su suite.La habitación debe ser enorme, lujosa y muy linda, pero estoy tan absorta en mis pensamientos que no me fijo en eso.Miro al piso y los latidos de mi corazón retumban en mis oídos y, retuerso mis dedos nerviosa, a este paso me quedaré sin ellos.
Saca de su bolsillo, la billetera, y su móvil y los vienta a una mesilla que que está al centro de la habitación, acto seguido me acuna el rostro y me besa con impetú.
—Fred —interrumpo el candente beso— quiero que esto solo se limite a sexo. No quiero de tu tiempo, de tu comprensión, de tu caballerosidad, no quiero me exijas cariño ni mucho menos me pidas explicaciones, no seré tuya ni tú serás mío... ¿comprendes? solo necesito cumplir las mas remotas fantasías y perderme en los intensos orgasmos...
—¿terminaste? —pregunta paciente.
—eso creo —hago un mohín.
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Cuando Las Hojas Caen (EDITANDO)
Historia Cortadespués de 15 años juntos Jade Romanov decide dejar a sus esposo, Derek Romanov un exitoso neurocirujano y de los más prestigiados de Estados Unidos, al descubrir que el le era infiel. Jade al enterarse de las múltiples mentiras e infidelidades actú...