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—Jamás... me había... sentido así —Apenas si puedo hablar. El aire que insipiro apenas si lo captan mis pulmones
—No pasa nada, Jade... quizá solo... está intentando entenderte —También le falta oxígeno a Abat
—¿y si... ya conoció a... alguien más? —me denengo de golpe sintiendo un pinchazo en el corazón. O quizá se que mis pulmones están a punto del colapso.
—bueno... —se acerca Abat sin dejar de trotar.
Lo hemos hecho desde hace un mes. Venir a trotar a Central Park por las mañanas antes de empezar con nuestras actividades diarias. Lo hacemos de lunes a viernes y descanzamos los fines de semana. Abat me ha convencido que es primero nuestra salud física y mental antes que nuestro trabajo o el resto del mundo. Pero no entiendo por qué a Central Park, relativamente a mi me queda a 20 minutos de mi casa, a ella solo 5, luego pienso que prefiero conducir 20 minutos a hacerlo sola. Me gusta estar con ella, me encanta su forma directa de decir las cosas, así sin más, sin tapujos ni filtros.
—eso fue lo que le dijiste ¿no? que cada quien tenía que hacer su vida...
—si... pero —doblo mi cuerpo y apoyo mis manos sobre mi rodillas para intentar recuperame— Derek siempre... sucumbía a mis... encantos —jadeo— no puede ser, aún no tengo condición para seguir trotando... ya no puedo más. 
—quizá se sienta confundido —detiene el cronómetro de su muñeca y deja de trotar.
—¿confundido? —me yergo con ardor en mis pulmones y calambres en mis pantorrillas. Mis muecas han de ser graciosas porque Abat se ríe de mi todo el tiempo.
—pues si... le dijiste que lo odiabas y que te causaba repulsión su toque ¿que esperabas? 
—pero eso fue hace meses —camino al área del pasto y me dejo caer derrotada— ¿y si ya no le soy atractiva? quiero decir ¿y si ya me dejó de amar? —miro al cielo y las lágrimas amenazan con salir o tal vez se la incandecente luz solar que me impacta, rápido cubro mis ojos con las manos.
—no te angusties, Jade, ¿por qué mejor no se lo preguntas?... y lavántate, no puedes tirarte así cuando acabas de trotar, te vas acalambrar.
—no me importa, no ves que estoy sufriendo —medio bromeo.
—bien, reina del drama. Ya basta... ¿aún lo amas?
—me he dado cuenta que nunca lo he dejado de amar —confuieso, me siento en el pasto, Abat se une a mi. 
—¿y por qué no lo reconquistas? —frunso el ceño
—ay si, ya me veré yo llevándole flores  y chocolates esperando que acepte salir conmigo. —Abat se carcajea escandalosa.
—no seas tonta, Jade, no me refiero a eso.
—¿entonces? —la quiero ahorcar por burlarse de mi.
—mujer, mírate, eres hermosa, sexy, encantadora, tienes que seducirlo, usa la ropa que más le gusta a él, prerpara su comida favorita, no lo sé, eres inteligente ya te las arreglarás.
—Y si me rechaza ¿otra vez? no prodría soportarlo —pone los ojos en blanco.
—¿Desde cuando eres débil? siempre pensé que si te caías te voliverías a levantar... vamos, no seas tan negativa,  si en realidad lo amas lo vas a intentar una y otra y otra vez.
—tienes razón... sentirse rechazada apesta, nunca había sentido esto.
—bueno, ahora sabes lo que se siente que la persona que más amas te rechace —se burla 
—a veces pienso que me odias. —sonrío porque se que no es verdad.

Al llegar a casa miro el coche de Derek, es raro porque siempre avisa que vendrá. Mi mente comienza a maquilar traviesa. Esto me da una grandiosa idea.
Entro a hurtadillas haciendo el mas mínimo ruido, queiro sorprenderlo. 
A simple vista no está. Me dirijo a su estudio... está buscando en su estantería de libros. Me encata su trasero. Me recargo en el umbral de la puerta y lo admiro mordiéndome el labio.
—si, aquí los tengo —dice al teléfono, su voz fue ¿melosa? Se me tuersen las entrañas. 
Cuando cuelga, gira. Se detiene de golpe al verme. Me escanea de arriba a abajo, sonrío para mis adentros, Verme en ropa de gimnacio tan ajustada siempre ha sido su debilidad.
—Jede, no te escuché llegar, disculpa la intromición, solo buscaba unos libros. 
—no te disculpes... me da gusto verte —ladeo la cabeza. Él alza su cejas sorprendido. —¿te sorprende?
—si, un poco... —mira al piso unos segundos— bueno, ya me voy.
Camina hacia mi, no por elección, estoy bloquendo la salida.
—¿me das permiso? —susurra sin mirarme. Acorto la distancia que ha dejado y toco su robusto pecho.
—¿y si te quedas?
—Estoy trabajando —Derek a vuelto a trabajar, aún no opera, ahora es el jefe de cirugías y le ayuda a los recidentes e internos con sus prácticas. —además, tu ya no me quieres ¿recuerdas?
—lo sé, pero en mi defensa estaba muy enojada y no sabía lo que decía.
—no soy tu juguete, Jade —me sobrepasa
—oye, lo siento, ¿está bien? —se detiene, más no voltea— sé que dije cosas horribles y fui una mala persona, pero debes aceptar que te lo merecías... ahora sé que aún... te amo. 
Se queda imóvil, mi corazón retumba en mi oídos. —te amo, Derek —susurro. 
—Nos vemos luego, Jade.

Cuando Las Hojas Caen  (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora