22

292 21 5
                                    


Viste con pantalones chándal grises y un playera blanca, su cabello está hecho un lío y el verde de ojos están opacados por la intensa coloración rojiza. Creo ha que llorado, demasiado, jamás le he visto así.

Se levanta un poco tambaleante, sorbe su nariz y toma de la mesita un folder.
Deja su mirada fija en el durante varios largos segundos.

—los he firmado —su voz es ronca.

Siento un profundo agujero negro que se crea en mi interior.
Siento como poco a poco crece y crece hasta consumir lo poco que quedaba de mi alma.

No me mira. Lucha contra él mismo para no dármelos. Y siendo sincera, no quiero que me los de.

—Derek —digo con un hilo de voz apenas audible.

El dolor. La angustia. La tristeza. La devastación se anidan en mi garganta. Este es el fin. Todo terminó. No queda nada. Absolutamente nada.

Se sienta en el borde de nuestra cama. Entonces me mira y no hay nada. Derek no está. No es él. 

—eres libre —me llega su aliento a alcohol.

Derek jamás pasa de tres copas. Ha bebido, y demasiado. Aún sigue ebrio.

—perdóname, Jade —las lágrimas comienzan a desbordarse de sus ojos.

El tiempo se ha detenido. Estoy soñando. No es verdad. No puede ser verdad.

No digo nada. No puedo decir ni una sola palabra.

Deja el folder sobre mi regazo y se desploma como un edifio. Cae al suelo sentado, con sus rodillas flexionadas y cubre su rostro con las manos.
Mi corazón deja de latir al escuchar los bramimos que salen de su garganta. Nunca antes había llorado así delante de mi. Llora como si yo hubiese muerto. Y sin darme cuenta, también estoy llorando. 

—¿Derek? —estiro mi abrazo para tocarlo. Me arrepiento. Dejo mi mano a escaso milímetros de su hombro. —Derek —susurro. La impotencia no me deja hablar con claridad.

—prometí nunca hacerte daño... fallé —y en esto instantes, no se que me duele más, si su dolor o su traición.

—¿por qué lo hiciste?... ¿te dejé de gustar? —niega con la cabeza sin mirarme— ¿te busrriste de mi? —vuelve a negar.

—no puedo decírtelo, Jade —acota con voz quebradiza.

—¿por qué no?

—me juré que nuca sabrías esta parte de mi.

—¿que parte? ¿de qué hablas?

—ya no tiene caso —se levanta, se seca las lágrimas y me mira— ya no puedo más, no puedo soportarlo.

También me levanto y me planto frente a él, busco su mirada, es una mirada verdaderamente triste, derrotada, decepcionada, arrepentida.

—dímelo, me lo debes... Ya no te calles Derek... háblame

Acaricia mi mejilla con el dorso de sus dedos, cierro los ojos al contacto. Se acerca a mi y recorre mi labio inferior con su pulgar, y sus lágrimas no cesan.

—es mejor así. Te he perdido. Para siempre, tus labios, tu piel, tu cuerpo ya no me pertenecen, y la simple idea de imaginarte en brazos de otro me carcome el alma.

Derek piensa que he hecho lo que ayer le grité. Quiero decirle que no lo hice y acabar con su sufrimiento, ahora experimenta en carne propia lo que me ha hecho, con la diferencia que yo realmente no lo hice.

—sé feliz Jade, ten una buena vida y cuida de mis hijos —sé aleja para marcharse.

No se puede ir así, necesito que me lo explique, quiero saber el por qué.
Y antes de que llegue a la puerta corro y me interpongo bloqueando la salida.

Cuando Las Hojas Caen  (EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora