━━━♢𝙍𝙤𝙢𝙖𝙣𝙘𝙚 𝙚𝙨𝙘𝙤𝙡𝙖𝙧♢━━━
Las palabras dichas a veces no son suficientes para expresar algo, ni tampoco no todos son valientes en decirlas.
Quizás por ello es mejor escribirlas en papel.
Notas escritas por uno sencillo y callado chico de...
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🌿| Enfrentando situaciones |🌿 ____
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Preparen pañuelos, señores. Damos gratis a las primeras personas en llegar, lo sentimos por los que vienen tarde. No contamos con suficiente presupuesto por aquí, pero... ¡Damos galletas!
Toda ella eran las emociones que me rodeaban al verle parado frente a mí. Sentía que el tiempo había sido rebobinado, que era nuevamente un niño necesitando los brazos de su madre. Ver aquél sujeto era el recordatorio de los peores día de mi vida. Observar su rostro sin rastro de culpa por las cosas que hizo y gritaba.
Quería gritarle muchas cosas.
Quería golpearlo.
Quería hacer muchas cosas, pero mi cuerpo se negaba a moverse.
-Hola, hijo.-pronunció rozando casi a un murmuro. Fueron las palabras que salieron de su maldita boca, no tenían el típico tono que usaba cuando estaba ebrio. Era distinto, y eso me descolocaba.
El tenso silencio nos hizo compañía, dónde yo trata de calmar las miles de sensaciones y pensamientos que empezaban a florar. Mientras el solo me dirigía una mirada... ¿Tristeza? ¿Compasiva? Aún cuando le vi, no le reconocí. No hasta que habló, cuando lo hizo, varios recuerdos le acompañaban.
No deseaba verlo.
No deseaba recordar.
Tampoco deseaba verme reflejado en él. Así como Eri era la copia exacta de nuestra madre, yo lo era de él. Algo que intenté no darle tanta importancia, porque yo podía y debía ser diferente a la persona que tenía delante de mi. A no cometer sus mismos errores.
Pero era difícil cuándo todo se volvía encontrar, ¿Qué ganaba él en buscarme?
¿Qué ganaba yo además de revivir el infierno que fue mi niñez?
—Vete,—demandé, aunque mi voz salió con pesar y dudaba que me fuera escuchado. Pero fue el silencio en el que estaba surgido la habitación que supe que mis palabras las había escuchado con claridad.
Se removió sobre su lugar ante mis palabras, note que tenía algo en su manos. Lo detalle mejor, y reconociendo que era un sobre blanco.
—Lo siento, hijo. Yo no debí...,—negó con la cabeza, al parecer tanteando que palabras decir más no acabó aquella frase, ya que sabía ¿Qué serviría lamentarse hasta ahora? Cuando no estaba en posición de siquiera querer escucharlo. Se acercó unos paso más ante mi, a lo que con miedo retrocedí. Dejó caer el sobre en una de las mesas al costado de la puerta.
