Capítulo 47

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Dante

Cuando abro los ojos lo primero que observo es el rostro dormido de mi mate, inevitablemente sonrío de pura felicidad. Aún me cuesta creer que la tengo a mi lado, que con solo estirar mi mano seré capaz de tocarla, pero no lo hago, ya que no deseo despertarla. Silenciosamente me levanto en dirección a la cocina y comienzo a preparar el desayuno, tomo un par de huevos, caliento una tostadas. Cuando ya esta listo tomo una bandeja y subo con ella a nuestra habitación.

—Anna—susurro, noto como se retuerce entre las mantas y murmura algo incomprensible—. Se va enfriar.

Aquellas palabras la hacen reaccionar se siente perezosamente sobre la cama. Posiciono la bandeja en el centro de la cama y le acerco una tostada.

—Gracias—murmura con la boca llena de comida, delicadamente le quito una miga que se ubica en la esquina de su labio, inmediatamente mi lobo aúlla de felicidad y me incita a marcarla, sin embargo lo mantengo bajo control bajo la promesa de que aún no es el momento. Temo que se sienta presionada, forzada aceptar solo por temor a herir mis sentimiento. Mi mano permanece más tiempo de lo debido, cuando la retiro noto como sus mejillas comienzan a sonrojarse.

Anna baja la mirada avergonzada y pregunta—. ¿Crees que me ayudarán? —refiriéndose a las brujas.

—Lo harán, me aseguraré de ello—contesto a pesar de mis dudas, las brujas siempre han sido famosas por ser excesivamente quisquillosas.

Me percato como mi mate me mira expectante, siento tenuemente a través de la conexión su inseguridad—. Yo... quizás lo mejor sea no ir, no quiero que te metas en problemas por mi culpa, estuviste a punto de perder tu derecho a ser el siguiente alfa, tal vez...

—Anna —la interrumpo—. Lo que más deseas es conocer a tu loba —noto como intenta contradecirme, la ignoro y continúo—. Confía en mí, todo saldrá bien.

Espero preocupado su respuesta, los segundos se hacen eternos, finalmente me devuelve una deslumbrante sonrisa. Terminamos de comer, recogemos los platos, y tomados de las manos nos dirigimos hacía el bosque. Cuando llegamos a la frontera del pueblo, somos interceptados por un centinela.

—Hola, Paul—saludo.

—Joven Alfa, ¿lo envío su padre? —pregunta.

—No, ¿pasó algo?

—Lamentablemente sí, hemos observado algunos cazadores rondando la zona, lo mejor será que visite a su padre—comenta.

Enseguida noto como mi mate se tensa a mi lado, probablemente esté pensando en su padre, trato de que dicha tranquilidad no se vea reflejada en mi voz antes de contestar—. Gracias por el aviso, lo visitaré en breve —y antes que me pregunte mi destino añado—, vamos a ver a Magnolia.

—Vaya con cuidado —comenta Paul antes de despedirse.

Observamos como Paul se aleja de lugar, cuando estoy seguro que ya estamos lejos de su alcance auditivo, acerco a mi mate a mis brazos.

—Los cazadores han atacado frecuentemente la aldea, ellos no tendrían cómo saber... —murmura Anna, noto como su voz tiembla en la última frase.

—No importa si saben de tu existencia, eres mi mate y nadie te alejará mí, siempre estaré a tu lado suceda lo que suceda —digo mientras le acaricio suavemente la espalda.

Reticentemente nos separamos y reanudamos nuestra marcha, en el instante en que traspasamos la barrera noto la presencia de las brujas, percibo como nos vigilan, cuando vislumbro la cabaña donde vive Magnolia, somos interceptados por Kate, su nieta, el principal obstáculo hacia nuestro objetivo.

RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora