Capítulo 20

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Dante

Luego de una esclarecedora reunión con mi padre retorno al instituto, a lo lejos distingo a Edwin junto a mi mate, sin meditarlo termino por acercarme sigilosamente, cada célula de mi cuerpo es consciente de que lo que estoy tramando es moralmente incorrecto, pero últimamente escuchar a escondidas se ha transformado en un hábito. 

Al principio oigo un murmullo, pero poco a poco logro distinguir frases—...hace dos años yo...te robe un beso, te preguntarás por qué estoy mencionando esto después de tantos tiempo...nunca te pedí formalmente disculpas por mi osadía, simplemente ignoramos el hecho...—explica mi mate e inevitablemente el alivio me invade, en ese instante comprendí que a pesar de que intenté mentalizarme de que Anna tenía todo el derecho de tener un pasado, mi corazón se sentía inseguro, porque indudablemente mi amigo Edwin siempre estuvo a su lado cuidándola y apoyándola, una parte aún teme ser abandonado. Observo como Anna respira profundamente tratando de reunir coraje, estoy expectante a lo que esta a punto de pronunciar—, gracias por rechazarme, tenías razón al rehusar salir conmigo y esperar a tu mate, ahora lo entiendo.

Me siento conmovido luego de esa declaración, ellos ignorantes de mi presencia continuan intercambiando un par de palabras, pero dejo de prestar atención, permito que mi mente divague, mientras escucho como se alejan del claro, el miedo que sentía ahora es reemplazado por la rabia y termino por golpear un árbol, sin embargo no consigo eliminar toda la frustración y rabia que experimento, realmente fui un idiota, por qué escuché a Christina, permití que mi arrogancia me guiara, antes...antes... no hubiese gastado ni un segundo en pensar si dañaba o no los sentimientos de los demás, pero ahora...prácticamente no me reconozco, qué me haz hecho mi pequeña mate.

Terminó por alcanzarlos, al reunirnos Edwin me devuelve una mirada suspicaz, al parecer no fui lo suficiente cuidadoso, en cambio Anna me entrega una deslumbrante sonrisa, al menos ella no se percato de mi presencia.  

—¿Todo bien? —pregunta Anna, intento recomponer mi expresión para no preocuparla, sería complejo explicarle que aún me encuentro perturbado por su conversación con Edwin, conversación que no debí escuchar en primer lugar, por lo que intentó desviar el tema.

—Mi padre me acaba de informar que ya se han inscrito tres personas para competir por el puesto de alfa —noto como mi mate se tensa, comprendo que no fue la mejor estrategia para desviar su atención—, tranquila no hay necesidad de que te preocupes, los venceré sin problemas, no existe nadie en este pueblo capaz de vencerme —añado para tranquilizarla aunque jamás pienso confesárselo enterarme de que existen interesados en arrebatarme mi derecho por nacimiento me ha alterado un poco. Anna toma delicadamente mi mano en un intento de transmitirme su apoyo, al parecer mi discurso no la ha convencido del todo, por otro lado Edwin me aprieta el hombro con el mismo objetivo—. Creí que serías el primero en inscribirte.

Edwin me mira sorprendido, pero una traviesa sonrisa inunda su cara—. Si lo hiciera podría nombrarte como mi beta —dice pensativo—, ¿crees que aún estoy a tiempo de inscribirme? 

No puedo evitar divertirme por sus alocadas ideas—. Como dije no existe nadie en este pueblo capaz de vencerme, eso lamentablemente te incluye.

—Te recuerdo que yo no nací acá, ni tampoco Anna, así que quizás tengamos opciones —ríe—, pero para tu salud mental no tengo pensado inscribirme, es más divertido exasperarte como tu beta, que tener que estar dictando ordenes —es inevitable que no me sonría con esa última frase, ya que cuando Edwin arribo a Lucinde hace un par de años, al principio el pueblo lo miró con desconfianza porque provenía de otra manada, pero cuando lo vi supe que lo quería como beta, carecía de esa servicialidad que inunda en los habitantes de ese lugar, al contrario siempre me comunicaba si se encontraba en desacuerdo con mis decisiones pero sin llegar a ser insolente, cualidades fundamentales para que se convirtiera en mi consejero, ya que no necesitaba a alguien que lamiera mis botas, de esos existen por montones en el pueblo, requería de una persona que me plantara cara pero que al mismo tiempo reconociera mi autoridad, y en eso él era perfecto.

Luego poso mis ojos Anna, a pesar de ella sea una omega, el hecho de ser mi mate, el simple hecho de dañarla provoca que todo mi cuerpo se resista, simplemente sería incapaz de luchar con contra ella, definitivamente sería derrotado—. No tengo pensado inscribirme..yo..—dice nerviosa.

La interrumpo tirando de la mano que aún mantengo sujeta, la arropo en un tierno abrazo—. Tranquila, puedes ser lo que desees yo siempre te apoyaré, si quieres convertirte en alfa te entrenaré...

—No quiero ser alfa, el hecho de que tantas vidas dependan de mis decisiones me aterroriza —pronuncia mientras me topo con sus hipnotizante ojos—, además soy incapaz de transformarme.

—No tienes que acongojarte con lo de tu transformación, te ayudaré una vez te hayan quitado las muletas era parte de nuestras actividades de pareja —contesto en un intento de levantarle el ánimo, observo como sonríe levemente, respiro profundamente intentado reunir coraje ante lo que debo decir a continuación—, entiendo que ser alfa no es el camino que quieres seguir. Sé que es excesivo, pero al menos considerarías la posibilidad de apoyarme como mi luna. Yo...—los viejos hábitos surgen a la superficie, aconsejándome que no debo mostrar debilidad, que lo estoy a punto de confesar puedo ser usado en mi contra, pero los mando a callar y decido continuar—. Te necesito a mi lado, por favor quédate conmigo.

—Siempre—contesta, mi corazón se acelera, acarició suavemente sus labios pidiéndole permiso, Anna no se aleja de mi toque, así lentamente poso mis labios sobre los suyos y disfruto de su sabor, intento transmitir con ese beso lo trascendental que se ha convertido en mi vida, que me destrozaría si decide abandonarme, lo afortunado que me siento cada vez que la veo o cuando me devuelve una tímida sonrisa. Noto como acaricia suavemente mi pelo, paulatinamente nos separamos, nos quedamos segundos, minutos observándonos, no es un silencio incómodo simplemente ninguno de los dos desea romper esté mágico momento, comprendiendo la importancia promesa que acabamos de realizar.

—Creo que me va dar diabetes con tanta dulzura en el aire —interrumpe Edwin antes de marcharse del lugar, noto como Anna se tensa en mis brazos y comienza a sonrojarse al igual que yo, estaba tan sumergido en mi burbuja de felicidad que olvidé que teníamos público.


***



¿Les hubiera gustado ver a Anna competir por el puesto Alfa?, muchas gracias por sus comentarios, me estoy poniendo al día contestando cada uno de ellos :), lo leo todos. Ya pasamos las 45K, muchas gracias :). Les recuerdo que en mi perfil tengo otra historia titulada 'La flor Lunar' para que le den una pequeña oportunidad.

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