Capítulo 28

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«¿Dónde quedó el tiempo, mi amor?»

Alynne

Un par de días después Andrew ya había salido del hospital. Estaba bien. Lo único que podía llegar a preocupar era algunas heridas y cicatrices en sus brazos y parte de su rostro, pero lo demás no era nada. Lo que le había sucedido era que un automóvil no lo había visto pasar y había acabado por impactarle, aunque frenando en cuanto pudo para no llevárselo consigo. Por ello solo había tenido que pasar unos días en el hospital.

—¿Cómo te encuentras? —le pregunté mientras caminaba junto a él en dirección a su hogar.

—Las heridas ya casi no duelen —respondió con una leve sonrisa en su rostro—. Estoy mucho mejor.

—No sabes cuánto me alegro —dije con el impulso de abrazarle. Claro, no lo hice porque pensé que podía llegar a hacerle daño—. Menos mal que lo peor ya ha pasado.

—Sí, menos mal —mencionó, observándome con ternura—. ¿Y tú cómo estás? Te noto distante.

—Estoy perfectamente.

«Perfectamente mal, querrás decir.»

—Alynne —pronunció mi nombre con mayor seriedad—, no me mientas. Se nota que no estás bien y sabes que puedes contar conmigo para cualquier cosa.

Las palabras salieron de mi boca sin darme tiempo a retenerlas:

—He roto con Ross.

Sonaba incluso peor de lo que me había imaginado. Es decir, sabía que me dolería decirlo, pero no esperaba que tanto. No solo había roto con él sino que también lo había roto a él. Y eso no iba a perdonármelo tan fácilmente.

—Alynne...

—He roto con él —repetí. Recordé los sucesos de la noche anterior antes de que Ross se marchara de la habitación en la que había tenido lugar la discusión—. No sé en qué momento empezamos a discutir y a gritarnos mutuamente, pero... acabamos de la peor forma posible. Le dije cosas horribles, Andrew.

Le dije que atacaba cuando se sentía intimidado aún sabiendo que no era verdad porque, muy en el fondo, lo sabía. Sabía que Ross era ese tipo de persona que prefería guardarse los problemas para sí mismo y no compartirlos demasiado si no era con las personas adecuadas. Yo fui una persona adecuada para él; compartió sus penas conmigo. Los tratos de su padre, lo indefenso que se sentía, la poca autoestima que tenía consigo mismo... y yo le había destruido.

Acogí su corazón con tanto cariño sin darme cuenta de lo que estaba destinado a suceder hasta que fue tarde.

No había sido suficiente para él y me odiaba a mí misma por ello.

—Estoy seguro de que no lo hiciste con malas intenciones.

—Las intenciones me dan igual —confesé derrotada—. He dañado a la persona que más amo, joder. Lo vi en su cara. Le he hecho daño.

—Se arreglará, Alynne —dijo mientras me daba un abrazo cariñoso y yo me apegaba a él—. Tal vez solo necesitáis tiempo.

Tiempo. Lo había considerado, en realidad. A lo mejor Andrew tenía razón en su afirmación de que Ross y yo necesitábamos que los días o las semanas pasaran para poder volver a ser lo que éramos antes de la discusión; o a lo mejor solo hacía falta cambiar ciertas actitudes para poder salir adelante. No lo sabía con certeza y estaba segura de que él tampoco.

Me separé de los brazos de Andrew instantes después y reconocí una figura a lo lejos cuando dirigí la mirada hacia delante. O bueno, en realidad fueron dos: un muchacho rubio que vestía con ropa formal y un castaño un poco más bajo vestido de chándal. Ambos con una sonrisa inmensa y de la mano, lanzándose miradas de vez en cuando.

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