Capítulo 36

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«Hay diferencias que separan corazones... o los unen»

Alynne

Observé a Ross dormido y no pude evitar sonreír un poco al darme cuenta de lo adorable que me resultaba de esa forma. Yo me había despertado hace unos minutos, pero él seguía durmiendo profundamente. Me incorporé en la cama de tal forma que acabé sentada a su lado y acaricié su mejilla con suavidad para no despertarlo. 

—Te quiero, ¿sabes? —susurré a la nada—. Muchísimo.

Y cuando estuve a punto de volver a tumbarme, vi por la ventana un escenario que me descolocó. Una chica joven estaba parada frente a la puerta de Ross, moviendo las manos nerviosamente y dando algunos pasos de un lado a otro. No era Jane, estaba segura de ello. No sabía quién era. Tocó al timbre y nadie contestó. Y no supe por qué, pero decidí ayudarla al suponer que estaba buscando a Ross. En un momento me encontré en el exterior tras haberme puesto una chaqueta, acercándome a la chica.

—Perdona, ¿estás buscando a Ross? —le pregunté con una sonrisa apacible y tranquila.

Ella se giró hacia mí con expresión de desagrado.

—Considerando que estoy frente a su portal, no creo estar buscando otra cosa. ¿Tú quién eres?

—Soy Alynne —Le tendí la mano, pero la retiré al ver que ella no tenía intenciones de hacer lo mismo—, su novia.

—Su nueva novia, querrás decir —me corrigió sin dudar, aplicando además un tono de superioridad en sus palabras—. Me ha hablado de ti. Veo que tú no puedes decir lo mismo. Si ni siquiera sabes mi...

—Tú eres Vivian, ¿no?

—... nombre —acabó lo que estaba diciendo antes—. Vaya, al final sí que te hablado de mí. Me enorgullece que muestre que fui una persona importante en su vida. Aunque bueno, no estábamos hablando de mí. ¿Sabes dónde está Ross?

Dudé en si decirle la ubicación exacta de Ross o no hacerlo. No la conocía, pero había algo en ella que no me inspiraba demasiada confianza. Además, considerando que Harry y Jane me habían hablado de ella y no me habían contado maravillas precisamente, no sabía qué hacer al encontrármela de frente. Sin embargo, sabía algo: no me gustaba mentir. Y para mí el fin no justificaba los medios siempre, así que iba a ser sincera aunque fuera con ella. No tenía que juzgarla por actos pasados. A lo mejor había cambiado. 

—Está en mi casa. Somos vecinos, así que a veces nos escapamos a casa del otro —solté una risa al recordar todas las veces en las que Ross se coló por mi ventana—. Es la casa que está en frente de la suya. 

—Ah, perfecto. ¿Puedo pasar a verle?

—Está dormido.

—Bueno, esperaré entonces. 

—O puedes pasar a verle mañana.

—Prefiero esperar.

Vale, la chica era insistente. No se iba a ir de allí sin hablar con Ross, al parecer, y mis modales no me permitían echarle sin ninguna razón aparente que me permitiera hacerlo. Me di la vuelta para volver a casa, pero me giré en cuanto escuché su voz de nuevo.

—Supongo que el amigo de Ross te habrá contado maravillas de mí —Sin verla, pude sentir el tono sarcástico en su voz—. Si quiere echarme algo en cara, adelante. Estoy acostumbrada a ello. Solo te pido que no me odies. Ross también se equivocó en nuestra relación, y...

—¿Podrías decirme en qué se equivocó él? —la interrumpí sin dejarla terminar. Me giré de nuevo hacia ella.

—Él era muy distinto a como es ahora. Ha cambiado mucho estos últimos años. Antes era más despreocupado, más suelto y descontrolado. Aún recuerdo cuando llegábamos borrachísimos a mi apartamento riendo como dos locos —rio un poco—. Después de un tiempo, se cansó de esa rutina. Se cansó de mí. Siempre me había prometido estar a mi lado y no dejarme, pero lo hizo. Comenzó a cerrarse más en sí mismo y me obstaculizó el paso hacia su interior.

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