Epílogo

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Epílogo

Un año después.

Ella ríe por lo bajo cuando él, inevitablemente, la conduce por el pasillo. Todo dejando un rastro de besos dulces en su boca, en su mejilla y alguno que otro en su cuello. Él sigue dando pasos torpes hacia su habitación hasta que frena en un movimiento impulsivo.

—¿Estás bien con todo esto? —le pregunta, nervioso, sintiendo los besos de ella en su piel—. Alynne...

—¿Con qué?

—Con esto. Con que te toque así. Con que estemos así.

Alynne, tras lo que parece una eternidad, separa su rostro del de Ross. Lo observa con un pizca de diversión en su rostro y vuelve a tomarlo de ambas manos, esta vez con mayor suavidad. Suelta un suspiro corto y lo mira a los ojos.

—Ross, estoy bien contigo —murmura feliz y muy tranquila—. Y me da igual todo lo demás. Ahora solo me importas tú.

Esas palabras parecen calmar al chico, que tira del cuerpo de Alynne para hacer que tome asiento junto a él en la cama. Una vez allí, la observa con cuidado, amor y mucho cariño. Y solo Alynne sabe lo que significa esa mirada.

Un «te amo» que no se dice. Un «quiero pasar toda mi vida contigo» sincero y directo. Un «no quiero que te vayas» desde lo más profundo de su pecho.

—He estado pensando mucho en una cosa —anuncia Ross, evadiendo la mirada por un momento—. No tienes que contestar si no quieres hacerlo, pero es algo que nunca llegué a preguntarte en su momento y me gustaría tenerlo claro de una vez.

—Adelante, mon amour —suelta Alynne con una sonrisa.

—¿Cuándo te marchaste? —Él hace una breve pausa—. Ya sabes, lo de Boston... ¿cuándo te fuiste?

Alynne deja de sonreír por un momento y reflexiona bastante sobre ello. Piensa en lo que se puede llegar a referir. Y en seguida lo sabe.

—La noche de la cena. Tú estabas dormido y no quería... no podía despertarte —Ella baja un poco la cabeza—. Me despedí de ti sabiendo que tú no podías escucharme.

—Te escuché.

Hay un silencio entre ambos. Parece que Alynne no termina de creerse aquellas palabras y Ross parece estar bastante pensativo.

—¿Qué? ¿Cómo que...?

—Estaba algo adormilado, pero te escuché —dice él con calma—. Dijiste que lo sentías. Que tenías que hacer eso. Que si algún día encontraba a otra persona, me asegurara de que me quisiese como yo me merecía. Y que, si no te perdonaba, siempre nos quedaría la canción de amor.

—Entonces, la conservación con Harry...

—Ah, eso sí que no logré escucharlo —comenta, alzando sus hombros—. Me acuerdo de que él me despertó y me llevó a casa. Después me enteré de que lo hizo porque tú se lo habías pedido así. Y joder, fue irónico que ni siquiera con esas pudiera odiarte. En serio. No lo hice. No te odié. Nunca lo he hecho, Alynne.

Y Alynne, claro, no es capaz de decir nada. Hay un momento de silencio entre ambos hasta que ella plantea una de sus dudas.

—¿Por qué no trataste de frenarme?

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