Capítulo 12

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«El ángel en un hombro y el demonio en otro»

Alynne

Era oficial: no podía dejar de mirar a Ross.

Daba igual cuan cerca se encontrara. Daba igual el movimiento que realizaran sus labios al hablar. Daba igual lo que dijera. Daba igual adónde observara.

No podía dejar de mirarle.

Y él se dio cuenta, claro. Cuando dirigió su mirada azulada hacia la mía, la aparté de inmediato y ladeé un poco la cabeza.

—No finjas que el hecho de quedarte embobada en mí es evitable —murmuró, con aquella sonrisa orgullosa que ya me estaba acostumbrando a ver sobre su rostro—. Creo que eres de las personas a las que se les da mal mentir.

«Si tú supieras, Ross. Si tan solo supieras.»

—Eres un arrogante —le contesté con la cabeza en alto—. Y todavía no me has dicho por qué estás aquí.

—Quería verte —Se encogió de hombros en un movimiento rápido.

—Ya. Por eso.

—¿No me crees? No parecías tener esa faceta cuando estábamos hablando —dijo lentamente—. Eres muy cambiante, Anderson.

—¿Yo soy la cambiante? Hace un minuto estabas sonriendo de verdad y ahora estás sonriendo con arrogancia —le reproché. No le dejaría ganar esta vez. Llevaría yo la delantera—. Igual nos parecemos más de lo que pensábamos, ¿no crees?

—Siento que tenemos más cosas en común de las que creíamos —siguió por la misma línea que yo había empezado—, ¿no crees?

—Nunca he dicho que no —Me acerqué a él utilizando un solo movimiento.

La mirada que me había dedicado en este instante, según mi experiencia en el sector —lo cual quiere decir ninguna, porque jamás había tenido la suerte o la desgracia de sentir amor hacia alguien— tenía la intención de retarme. Ross Newman estaba retándome.

—Habrá que hacer algo para aliviar esta tensión, ¿no? —mencionó con voz ronca—. Joder, Alynne.

—Cuida esa boca.

—¿Por decir «joder»? Si lo digo siempre.

—Peor aún —mencioné con una sonrisita triunfante.

—Vale, joder —repitió la palabra para molestarme. No hubo más transfondo.

Le di un golpe sin fuerza en el hombro y no pude evitar estallar en risas. Me hizo gracia su último comentario, su aura... no me equivocaba cuando afirmé que había algo en él. Pero lo peor no era eso, sino que todavía no tenía la menor de idea de qué era ese «algo». Y, no iba a mentir; descubrirlo me daba miedo.

Ah, y el detalle de la canción... se había acabado la melodía antes de que Ross pronunciara la primera oración de sus labios.

—Bueno —Ross, de nuevo, rompió el hielo—. Está anocheciendo. Será mejor que me vaya. Y esta vez en serio. No quiero llevarme alguna bronca.

—Está bien —accedí—. ¿Quieres que te acompañe a la puerta?

—No hace falta —Sacudió un poco la cabeza—. Me ha gustado quedarme aquí contigo. A lo mejor incluso atravieso en más ocasiones tu ventana.

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