Capítulo 37

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«Así es como se siente un cumpleaños»

Ross

Escuché un ruido momentos después de incorporarme, tras haberme levantado de la cama. Me di cuenta de que provenía de la ventana de mi habitación y en seguida entendí por qué. Vi el rostro de Alynne al otro lado y no dudé en abrir la ventana.

—Buenos días, Ross —murmuró mientras sus brazos se apoyaban en la parte frontal del ventanal—. ¿Puedo entrar?

—Usualmente era yo quién estaba en tu posición.

—Hoy no es un día usual —dijo muy convencida—. ¿Me dejas entrar?

—Claro, pasa.

Alynne atravesó la ventana con rapidez. De un momento a otro, ya estaba metida en mi habitación, justo a mi lado. Me observaba con una sonrisa que tenía unas intenciones  que yo, en ese instante, no era capaz de descifrar.

—Louis, Harry y Andrew deberían estar aquí en cinco minutos —me informó con tranquilidad—. Mientras tanto, quería ser la primera en felicitarte.

¿Felicitarme...?

Un momento.

—¿Cómo has...?

—¿Te habías creído que se me pasaría tu cumpleaños? —alzó un poco el tono de voz, haciendo el intento de parecer ofendida—. ¿Tan poco confías en mí?

—Me acabo de despertar. La única cosa que tengo clara cuando me despierto es que estoy vivo. No me pidas mucho más.

Ella se quedó en silencio ante mis palabras. Me cogió de la mano y tiro de mí hasta provocar que nos moviésemos hacia el centro de mi habitación y entonces me besó; me dio un beso como lo hacía siempre, con ternura y amor.

—Feliz cumpleaños, Ross —musitó con una sonrisa—. ¿Cómo te sientes?

—Feliz ahora que estás aquí.

Y era verdad. Claro que había tenido cumpleaños especiales y de hecho algunos de ellos los recordaba a la perfección, pero todo era diferente desde que había encontrado a Alynne. Con ella todo se volvía más especial todavía. Más único. Más nuestro.

Esa era una buena palabra. Nuestro.

—Tengo un regalo para ti.

—No tenías que comprarme nada.

—Pero he elegido hacerlo. De hecho, tengo dos cosas que darte —Sonrió con calma—. Cierra los ojos, Ross. Por favor.

Así que le hice caso. Cerré los ojos y esperé con paciencia a que ella me diera alguna señal. Noté que se alejaba, pero no estuve muy seguro de si lo había hecho o no. Oí un ruido que no supe identificar y sentí que Alynne colocaba algo en mis manos.

—Ábrelos.

De nuevo, le hice caso. Me encontré con una cadena que tenía un detalle muy característico: era de un color plateado pero contaba con una especie de piedra preciosa o algo parecido que tenía un color café muy especial que reconocí al instante. Tenía el color de los ojos de Alynne; un tono medio entre el castaño oscuro y claro.

—Alynne, es... —Ni siquiera tenía palabras. Creo que era de las primeras veces que me dejaba sin ellas—. Es precioso. Muchas gracias.

—Aún hay una cosa más.

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