Capítulo 29

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«Dejarse llevar a veces es malo»

Ross

Una semana. Había pasado una semana desde mi ruptura con Alynne.

Mi cabeza estaba dando vueltas. Me había emborrachado otra vez y me sentía solo pese a que hubiera una figura conocida a mi lado. No llegaba a importarme demasiado, si soy sincero. No se trataba de Alynne y eso era suficiente.

—¿Ya te has rajado? —me preguntó una vez que vio que dejaba la copa a un lado de la barra—. Tengo más aguante que tú, ¿eh?

Mi respuesta fue un silencio. Ella volvió a observarme con una sonrisa en el rostro que me recordó demasiado a las noches en las que ambos salíamos al mismo bar en donde estábamos ahora y bebíamos hasta reventar. Para ella, fue una lástima que yo cambiara.

—Las personas cambian, Viv.

—Me gusta el apodo —comentó para después tragar otra diminuta cantidad de alcohol de su copa. Un instante después, habló de nuevo—. Yo no tengo ninguno para ti.

—Tampoco hace falta —le respondí yo—. Puedes seguir llamándome Ross.

Vivian se levantó de la silla en donde había estado sentada junto a mí al escuchar una canción lenta sonando de fondo por los altavoces. Yo no la reconocí, pero ella sí. Lo supe en cuanto vi su expresión de ilusión en el rostro.

—Ven conmigo —Tendió su brazo hacia mí y yo la observé con duda—. Ven, Ross.

—Aprovecha que hay alcohol en mi sistema —mencioné tomando su mano entre la mía. Ella me arrastró por la sala—. ¿Adónde me llevas?

—A bailar. ¡Ya sabes lo mucho que me gusta bailar!

—Estás borracha, Vivian.

—Acabas de admitir que tú también lo estás. Igualdad de condiciones, ¿o no?

—Sí, supongo —asentí sin muchas ganas mientras la chica seguía caminando entre la gente—. No voy a hacerte cambiar de opinión, ¿verdad?

Vivian negó con la cabeza y aplicó un poco más de fuerza en el agarre que sostenía mi brazo derecho. Finalmente se frenó en un punto de la sala en donde no había tanta gente alrededor y se colocó delante de mí mientras la canción seguía sonando.

—¿Bailas conmigo?

Consideré las opciones que tenía, pero me decanté por dejarme llevar por ella. Si lo hubiese visto de un modo más racional probablemente le habría dicho que no, pero por algún motivo desconocido asentí con la cabeza y me acerqué a ella, dispuesto a divertirme y dejar de pensar en Alynne.

—No me sé la canción —dije sin darme cuenta de que el cuerpo de Vivian estaba peligrosamente cerca del mío—, ¿cómo se supone que voy a bailar?

—Déjate llevar —me respondió, muy tranquila—, es tan simple como eso.

Mi problema era que odiaba dejarme llevar. Y en aquellos instantes, en donde me sentía culpable por haber dejado ir a una persona tan especial como Alynne, no era sencillo dejar de pensar en todo. Me parecía casi imposible, de hecho. 

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