Capítulo 7

253 8 12
                                    

«Hay situaciones difíciles de manejar; la autoestima, por ejemplo»

Ross

—Y digamos que le regalé el disco.

Al terminar de decir aquello, vi como Harry intentaba contener la risa. Estuve a punto de gritarle que no lo hiciera, que era un momento serio como para reírse, pero aún así me resultaba algo cómica la situación.

—¿Se lo regalaste?

—Sí, lo hice —contesté. Ante la mirada de mi mejor amigo, intenté adoptar una expresión dura mientras hablaba—. Pero no significó nada.

—Ya —ironizó—. Exceptuando eso, ¿cómo te encuentras?

—Pues bien —Me alcé de hombros.

—Ross —pronunció mi nombre con debida seriedad, dirigiendo la mirada hacia mí—, se te da mal mentirme. No vuelvas a intentarlo.

Vale, eso último que había pronunciado era cierto en su totalidad. Llevaba junto a Harry aproximadamente cuatro años, así que era casi obvio que sabría si miento o si no soy del todo sincero. Porque, sí, para mí existía una notable diferencia entre mentir y no confesar la verdad completa. En el primer caso estás mintiendo totalmente; en el segundo caso, solo parcialmente.

—¿Y qué te digo? ¿Que me siento indefenso, vulnerable y frágil? Si eso ya lo sabes.

—Ross, sé que...

—Sí, que es difícil y todo eso —terminé la oración por él—. Da igual.

—No puedes dejar que te haga eso.

Necesité un momento. Le dirigí la mirada, abriendo los ojos de forma inmediata en el momento en el que le escuché decir lo último. Era irónico como, sin necesidad de pronunciar ningún nombre ni apelación a una persona especifica, supiera exactamente a quién estaba haciendo referencia.

—Estaba enfadado y me metí donde no debía —intenté explicarlo—. Al final tenía razón. No debería inmiscuirme en donde no me llaman.

—Es tu padre, Ross.

—Sí, y es un adulto que sabe lo que hace.

—No trates de justificarlo —Se acercó a mí incluso antes de que yo pudiera replicar ni hacer ningún movimiento—. Lo que hace no está bien. Y eso te afecta a ti.

—A él también le afecta.

—Te preocupas tanto por las personas a tu alrededor que se te olvida preocuparte por ti mismo, Ross —concluyó.

No supe la razón exacta, pero algo en mi interior se encendió al escuchar tales palabras de boca de Harry. Como si tuviera que ser obligado a que alguien me dijera las verdades justo en la cara para darme cuenta de que, tal y como imaginaba, algo en mi vida no marchaba por la línea en la que debía.

—Ya.

—¿Ya? —repitió él con un tono distintivo de voz, ahora expresando mayor ofensa—. Eso tiene un nombre: se llama falta de autoestima.

Y eso último podría haberse asemejado a un cuchillo clavado en un sitio bastante preciso como lo era mi corazón. Falta de autoestima. Tenía que joderme. Ni siquiera era consciente de en qué momento me había vuelto así y había dejado que las opiniones de los demás me afectaran tanto, pero ya se había convertido en algo casi rutinario. Una costumbre. Lo de siempre.

Our Love Song © ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora