Capítulo 48

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«A veces no te das cuenta de lo mucho que te mereces»

Alynne

Me había pasado horas hablando con los chicos. Habíamos tenido una conversación muy tranquila y con algunas risas. Bueno, muchas risas. Mis amigos sacaban su lado más comediante de vez en cuando. Me di cuenta de que Ross estaba algo pensativo, de que Harry y Louis estaban más cariñosos el uno con el otro, de que Andrew estaba feliz y de que Jane estaba como de costumbre.

En aquel momento me encontraba en casa, observando por la ventana. El paisaje de Boston era diferente al de Nueva York, pero ya me iba acostumbrando. Sin embargo, me seguía doliendo un poco no ver la sonrisa encantadora de Ross al otro lado.

Decidí levantarme y pasear por la habitación. Centré la mirada en un objeto en concreto. El violín. Y lo cogí.

Solté un suspiro. Había pasado ya un año y medio, casi dos, desde la muerte de mi hermana. Sabía que aún tenía que sanar al completo, pero cada vez faltaba menos para eso. Y tenía que seguir con mi vida cómo ella hubiese querido que hiciera. Tenía que arriesgarme. Probar cosas. Hacer aquello que ella quería para mí. Ser feliz.

Así que lo hice. Sujeté el violín con delicadeza sobre mi hombro y lo toqué. Emití algunas notas y me imaginé a Abby al lado de mí, pero seguí tocando. Sentí que tenía lágrimas en los ojos, pero seguí tocando. No quise derrumbarme ni mostrarme débil como lo había hecho la primera vez que lo había intentando.

Continué.

Y sentí que flotaba.

Sentí que no tenía que esconderme. Sentí que eso es lo que Abby habría querido. Que no tenía que culparme. Que estaba tocando una melodía que ella me había enseñado y me sentía realizada con ello.

Vi que mi madre se apoyaba en la puerta, observándome con algunas lágrimas en sus ojos. Dejé de tocar cuando me acerqué a ella.

—¿Acabo de...?

—Sí, Aly —Asintió con la cabeza—. Acabas de tocar el violín después de un año y medio. Estoy muy orgullosa de ti.

Sonreí cuando ella me abrazó durante un momento. Cuando me separé, volví a echar una ojeada al violín que había dejado cuidadosamente sobre la cama.

«Lo estoy haciendo.»

—Gracias, mamá.

Me alejé un poco al oír el tono de mi móvil en señal de que alguien me había mandado un mensaje. Y sonreí al ver su nombre en la pantalla. Pese a ello, todavía seguía esperando algún que otro mensaje de Ross.

Luca: Hola :)

Luca: ¿Estás libre? Me gustaría volver a quedar contigo.

Yo: Sí, estoy libre. La verdad es que también me apetece quedar contigo.

Luca: Vale. Estoy en tu casa en un rato.

Yo: ¿Qué tienes pensado hacer, Luca?

Luca: Ya lo verás :)

Guardé el móvil con una sonrisa tonta en la cara y esperé con paciencia. No tenía la más mínima idea de lo que Luca podría hacer para sorprenderme, pero me creaba una curiosidad inmensa descubrir lo que tramaba.

Mientras tanto, aproveché para coger mis auriculares y escuchar una de las canciones que no había oído aún de la lista de Ross. The Night We Met, de Lord Huron. Me recordó a mi primer encuentro con Ross e intuí que a él le evocaba lo mismo. Me gustaba la melodía, pero sobre todo la letra. La sentía especial. Nuestra. Mía y de Ross.

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