Capítulo 14

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«Luz y oscuridad formando un equilibrio perfecto»

Alynne

Al parecer fui la primera en despertarse. Mi madre se levantó minutos después de mí y de Ross no supe nada hasta que regresé a mi cuarto. O, al menos, eso intenté.

—Aly, ¿qué haces durmiendo aquí?

—Eh... —solté una risita nerviosa, puse cara de ángel e intenté llegar a alguna estúpida excusa que no involucrara decirle a mamá que nuestro vecino estaba durmiendo en mi habitación.

«Es que he dejado que Ross, nuestro vecino, se aloje en mi habitación de noche y, claro, todo esto sin pedirte permiso.»

No sonaba demasiado bien ahora que lo repetía varias veces en la mente.

—¿Qué pasa?

—Se me pasó por la cabeza ver la televisión un rato y me dormí después —defendí con el mismo tono angelical, dirigiendo la mirada hacia la televisión.

—Pero está apagada.

Ya. Buen punto.

—Logré apagarla antes de quedarme dormida.

—Ya —Me dio un repaso rápido con la mirada—. ¿Necesitas algo?

—No, no —solté una risa—. Estoy bien, mamá.

—De acuerdo. Voy a comprar algunas cosas al centro, ¿vale? —aludió con gesto apacible.

—Claro —Me acerqué a ella y le di un beso en la mejilla—. Cuídate mucho.

—Tú igual, Aly.

Y después de que ella saliera de forma elegante por la puerta, yo ya estaba subiendo por las escaleras en dirección a mi cuarto. La parte de baja del piso contaba con la sala principal, la habitación de mi madre, la cocina y el cuarto de baño; en cambio, mi habitación y otra sala que utilizábamos para guardar nuestras cosas estaba arriba, justo después de las escaleras.

—Buenos días —me saludó Ross con una sonrisa.

Odiaba que estuviese tan tranquilo. En serio. Mentir a la gente se me daba mal y no me gustaba hacerlo. Prefería ser sincera. Y ahora no estaba siendo sincera.

—Estás loco —le dije.

—Eres tú quien se ha ofrecido llevarme aquí.

—Eres tú quien prefirió mi casa antes que la suya propia —refuté—. Has tenido suerte; mi madre acaba de irse.

—Así que tenemos la casa sola —dejó la frase en el aire mientras adquiría un gesto pensativo.

«Ojalá poder meterme dentro de esa cabeza y ver lo que piensas, Ross.»

—Sí, por suerte —enuncié, soltando un suspiro—. Ya se te ha pasado la borrachera, por lo que veo.

—No bebí mucho. Antes solía hacerlo más —soltó, riendo un poco. La curva de sus labios se extendió.

—¿Antes...?

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