Capítulo 31

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«Discúlpame, cariño, por no saber cómo tratarte»

Ross

Mi mente estaba hecha un puto desastre.

A pesar de que los ojos se me cerrasen solos como efecto del alcohol —que en esta ocasión había sido una cantidad menor si lo comparaba con veces anteriores—, hacía un esfuerzo en comprender lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Solo veía a dos figuras femeninas acercándose hacia mí, además del chico que ya estaba a mi lado.

Una era Jane y la otra era... Alynne.

Alynne estaba allí. Joder.

Aunque quisiese decirle que se quedase, Louis se marchó de la habitación. En cambio, Jane fue la primera en acercarse y Alynne se mantuvo alejada a algunos pasos de distancia de mí.

—Debí haberte parado —enunció con tono suave. No sonaba enfadada—. Ross, ¿hace cuánto que no bebías tanto?

—Se me fue la cabeza. Fue gracioso, ¿sabes? Me acordé de muchas, muchas cosas. En serio. Me acordé de la vez que me rompieron el corazón y tuve la intención de llamarla —Observé a Alynne—. Iba a llamarte. ¡Debí haberlo hecho! ¿No habría sido gracioso? ¿Qué me hubieras dicho entonces, Angelo?

—Ross, no creo que...

—Da igual. Ahora me tienes aquí. Dime lo que tengas que decirme.

—Creo que será mejor que os deje solos. Por lo visto tenéis muchas cosas de las que hablar —aludió Jane con calma—. Y Ross, haz el favor de cuidarte un poco más.

Y dicho eso se marchó de la habitación en silencio. Ahora solo quedábamos Alynne y yo en el interior. Genial.

Ella se sentó al borde de la cama en donde yo estaba recostado y quedó a mi lado. A mi puto lado. Me observó con una expresión que capté como dolida o decepcionada, como si quisiese decirme un montón de cosas pero no pudiera atreverse a hacerlo. Pasó la mano por mi frente y odié que se sintiera reconfortante.

—Te has besado con alguien, ¿verdad?

Solté una risa amarga y lo maldije todo. Había sido un idiota pensando que ella no vería el pintalabios de Vivian en mi rostro.

—Pues sí. Y me ha gustado —contesté mientras veía que ella miraba hacia otro lado—. ¿Qué? Te duele, ¿no? Pues ahora sabes cómo me sentí cuando me dejaste.

—¿Cuánto tardaste?

—¿Qué?

—Me has oído perfectamente, Ross —aludió volviendo a mirarme a los ojos—. ¿Cuánto tardaste en besar a alguien más?

Iba a ser sincero. A la mierda las mentiras. Ya había aguantado suficiente esas últimas semanas como para volver a encerrarme en lo mismo. Porque eso era lo que hacía: encerrarme. En algo o en alguien. Quizás por eso la relación con Vivian nunca había funcionado, qué sabía yo. El caso era que no quería seguir mintiendo y menos a Alynne porque sentía que, a pesar de todo lo malo, no se lo merecía. A la mierda con eso.

—Una semana.

—Tardaste una semana en olvidarme mientras yo sigo pensando en ti cada maldito día —comentó mientras soltaba una risa amarga después—. Creía que en realidad te importaba lo nuestro.

—Ya no hay nada nuestro —espeté de forma más fría de la que me hubiera gustado—. ¿Y qué querías que hiciera? ¿Que te rogara de rodillas?

—Quería que demostraras que te importaba.

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