Capítulo 34

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«A veces nos rompemos con alguien al lado»

Alynne

Tomé de la cintura a Ross durante todo el trayecto en moto. Me di cuenta de que ya incluso conocía el escenario que se formaba delante de mis ojos cada vez que íbamos por aquel camino. Y era normal, puesto que Ross me había llevado allí varias veces.

—¿Quieres que ponga alguna canción? Puedo ponerla desde aquí gracias al intercomunicador homologado que trae la moto —me explicó Ross con calma. Cuando me vio asentir volvió a hablar—. Vale. Elige tú una canción.

Vale, tenía varias opciones. La primera era poner alguna de las que Ross había añadido a la lista de reproducción hecha para mí; la segunda era hacer que sonara alguna de Taylor Swift, que era mi opción más segura; y la tercera era I Wanna Be Yours de Arctic Monkeys.

Me decidí rápidamente, sin pensármelo demasiado.

King Of My Heart, de...

—Taylor Swift.

—¿La conoces?

—Me sonaba el título.

Sonreí cuando escuché las primeras notas de la canción. Y me reí al darle vueltas al tema del que hablaba; encontrar a alguien al que poder considerar el rey de tu corazón y encontrar eso que llevabas tanto tiempo buscando.

Ross ralentizó el paso de la moto y me invadió un sentimiento de tranquilidad. Tarareé algunas partes de la canción a medida que avanzábamos y me tomé el tiempo de observar las estrellas del cielo. No estaba tan brillante como en otras ocasiones, pero algunos astros estaban presentes en lo más alto. Aunque eso me daba igual porque tenía al mayor astro a una distancia muchísimo más cercana.

A mi lado.

—You are the one I have been waiting for, king of my heart —murmuré esa parte de la letra—, body and soul.

—¿Me la estás dedicando? —cuestionó Ross con una sonrisa adorable.

—Puede que sí.

—No es la respuesta que esperaba, pero me sirve. Me lo tomaré como un sí.

El trayecto en su moto fue más largo de lo que me esperaba, pero no me molestó en lo más mínimo. De hecho, quería que fuera lo más largo posible; que ambos pudiéramos usar todo el tiempo del mundo para estar juntos si eso se nos permitía. En algún punto que no reconocí a primera vista, Ross frenó la moto y se bajó de la misma antes que yo. Me ofreció la mano y la tomé con gusto, no porque no pudiera bajarme por mí misma —que podía— sino porque, de alguna forma, quería disfrutar cada mínimo roce que tuviéramos ambos.

—¿Y ahora qué, pianista rarito?

Él se rio, observándome con un brillo en sus ojos.

—Hagamos nuestra la ciudad.

Sonreí cuando, de imprevisto, se acercó hacia mí y me tomó del mentón. Su rostro se transformó en uno de serenidad y felicidad justo segundos antes de impactar sus labios contra los míos con fuerza, pero también con cuidado. Con un equilibrio entre ambas cosas.

Ross aparcó la moto en el lugar indicado y se puso a mi lado para empezar a caminar con tranquilidad. Pasó el brazo por mi hombro y me observó durante unos segundos con una amplia sonrisa en el rostro. Y yo aproveché para besarle de nuevo.

—Joder —mencionó él después del beso, con la voz un poco ronca—, me encantas, Juliette. No hay una parte de ti que no sea perfecta ante mis ojos. Todo en ti es sencillamente... perfecto.

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